Anda todo el mundo quejándose del fascismo bajo en nicotina y alquitrán de Sarkozy porque al pequeño Napoleón se le ha ocurrido decretar un progrom contra los gitanos. Nos quejamos mucho del fascismo gabacho, pero todavía no he oído yo a nadie quejarse del fascismo autóctono, del fascismo doméstico, de nuestro fascismo. Aquí también tenemos nuestros gitanos patrios y un señor del PP de Badalona anda echando pestes de ellos día sí, día también.
No veamos la paja fascista en ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro. De una forma o de otra, en este país a los gitanos los hemos exiliado sin moverlos del sitio, los hemos condenado a un exilio cultural, social, moral, que es el peor de todos los exilios. El chiste del gitano y el guardia civil es todo un clásico.
De cuando en cuando sale algún gitano con arte, un quejío relámpago que nos deslumbra, y le montamos un concierto en Nueva York para que los yanquis vean lo integrada que está esta gente.
A uno le parece que la cruzada contra el gitano que ha empezado Sarkozy tiene mucho que ver con el retroceso de la izquierda en todo el mundo, también en España. El fascismo amable avanza en todo el planeta que es una barbaridad.
Ahí tenemos a las señoras del Tea Party americano, que por la mañana van a misa de doce, por la tarde se reúnen en la asociación del rifle a tomar unas pastitas y por la noche se meten en la cama con sus maridos del Pentágono y les convencen de alguna guerra en Oriente Medio. Ahí vienen los ultras suecos, que suben como la espuma (ya lo avisó Larsson antes de infartarse de hamburguesas y tabaco). Y ahí están, como no, las brabuconadas de Berlusconi, que es un playboy de rayouva salido del Festival de San Remo, sólo que algo más bronceado y televisivo (ahora dice la press de la ingle que vive obsesionado con la Carbonero).
El caso es que desde que cayó el Muro de Berlín, en Europa hay una masonería fachilla, una ultraderecha solapada que quiere liquidar el Estado de Bienestar. Primero han empezado por barrer a los gitanos, que como son muy ruidosos por la noche y cobran mucho subsidio pues los echamos y a otra cosa.
Ésta es una Europa podrida de religiones, catedrales bancarias, paraísos fiscales, chernóbiles, ideas decadentes, odios futbolísticos, racismos varios y fantasmas del pasado que quiere dar la extremaunción al Welfare State para que así los berlusconis de la vida puedan seguir dándose a la dolce far niente. Hasta el Papa da el visto bueno a la demolición cuando dice que la democracia no puede sustentarse sólo en el consenso social. Como si la democracia fuera otra cosa distinta que consenso social. Éramos pocos y parió la curia.
Zetapé no creemos que vaya a expulsar al gitano, de momento, pero desde que anda de romerías por Wall Street se le está poniendo una cara estreñida de Michael Douglas neocon que tira para atrás. Ya hemos dicho en esta columna que el presidente ha abrazado el canibalismo capitalista, que es el fascio económico, la mano invisible de Adam Smith, o sea. Ése, ése es el problema, y no los gitanos. El meollo es que hay demasiadas manos invisibles sueltas por ahí, butroneando, palanqueando, sisando, trilando en nuestras vidas y en nuestras carteras. Aquí ya no roba el gitano de posguerra, aquí el que más roba es el rico, el rico riquísimo que lleva dentro de sí a un robamelones de traje y corbata.
Dicen que a Fabra lo aplaudieron mucho en el juzgado. El hombre reconoció ante el juez que abrió cien cuentas porque las necesitaba para administrar su patrimonio. Angelito, si él no ha hecho nada, si él sólo ha sido un picaflor del mercado, si sólo quería jugar un ratito al monopoly. Ahora compro, ahora vendo, nada por aquí, nada por allá. Fabracadabra. Con todo, lo peor no es que un presidente caiga en la tentación del dinero fácil. Lo malo y terrible, lo que realmente produce miedo y asco, es todo el grupo de mariachis que le jalearon rancherilmente y repartieron bocadillos y palomitas en la puerta del juzgado. Los romeros, flamencos y gitanos que le cantaron seguidillas y taconearon en el fango. Olé Carlitos, arsa, ozú mi arma. Todos estaban allí y quedaron inmortalizados en la foto indigna: Moliner, Martínez, Aparici, más alguna rubiaza femme fatale. Los futuros padres de la patria, en fin. Lo dicho, el fascismo amable que avanza. Que Dios nos coja confesados.
Imagen:gentedigital.es
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