domingo, 20 de enero de 2013

INAUGURA QUE ALGO QUEDA

(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 4 de abril de 2011)

Que Fabra inaugure aeropuertos sin aviones y Rita estaciones sin trenes es algo que ya ni siquiera escandaliza, aunque está suscitando la befa y mofa nacional, el cachondeo esquinero y la burla mediática. Hasta el último cabrero trashumante de Soria se ha enterado a estas alturas de que en Castellón construimos los aeropuertos para pasear y tomar el aire, como ha dicho el presidente de la cosa diputativa.
Ya no nos sorprende el mercadeo electoral, la estafa política, el tocomocho plebiscitario de cada cuatro años. La inauguración alevosa y premeditada es la gallofa inevitable de toda precampaña, el juego favorito de esta clase política fenicia, y entra en lo que Baudrillard dio en llamar la cultura del simulacro. Sin embargo, a uno se le ocurre que, ya puestos, Fabra, Rita, Camps y demás sacaconejos de chistera podrían plantearse otras inauguraciones igual de chocarreras y divertidas. Hospitales sin enfermos, un suponer. Sería una manera estupenda de acabar con las listas de espera y con el gasto sanitario, que al presidente murcianico Valcárcel se le acaba de encender la lumbrera y quiere endosarnos la factura hospitalaria a final de mes. Por este camino cualquier día acaban pasando el cepillo en las salas de urgencias para cobrarnos las tiritas.
Siguiendo con el manual de inauguraciones surrealistas, los boys del PP podrían atreverse con trasvases sin agua. De esta forma terminamos con la leyenda de las dos Españas, la de regadío y la de secano, que tanto hispanista bodrio ha dado. En lugar de agua para todos, agua para nadie, el agua para las ranas, a darle al orujo, coño, que es más digestivo y bueno para el riñón. Con esta medida queda resuelta la guerra hidrológica, asunto zanjado, finito. Franco gobernaba a golpe de pantano, pero al menos los pantanos daban algo de agua de cuando en cuando para disimular. Estos activistas de la derechona posmoderna es que ya ni siquiera disimulan, te venden un desierto sin arena y se quedan tan campantes. Son como Manostijeras de la vida, siempre pensando en el vicio de la tijera enloquecida, siempre dándole a la cinta inaugural, rojigualda, of course. Ya puestos, que abran colegios sin alumnos, que con tanto barracón penitenciario los niños nos estropean las estadísticas de fracaso escolar. En la escuela campsista los niños se nos emperecen, nos salen zombis de videojuegos o matones ahostiadores de discoteca. Nada de colegiales instruidos, un pico y una pala, y el que quiera educación a leer debajo de un árbol, como Newton.
Uno cree que con la moda de las inauguraciones cachondonas, podrían plantearse autopistas sin coches. Y como nos sobran jubilados, pues los ponemos en la línea de peaje de la AP-7, Cádiz-Barcelona, culo en pompa, en posición de preparados, listos, ya, y a hacer piernas por la autopista, que luego llega la artrosis, se nos inundan las urgencias de jubilatas y volvemos a lo mismo de antes, al gasto sanitario, o sea. Con carreteras sin coches algo de contaminación reduciríamos, ahora que la radiactividad japonesa anda suelta por ahí, despiporrada, y cualquier día nos salen antenas en los sobacos y pelos en la lengua.
Se pueden inaugurar otras muchas cosas: parques naturales sin árboles, playas sin sol y sin suecas, oficinas de empleo sin parados, autobuses sin ruedas, bibliotecas sin libros (siguiendo al ideólogo nazi aquel que sacaba la pistola cuando oía hablar de cultura) y televisiones sin programación. Aunque una de ésas ya la tenemos, Canal9, la tele del vacío, la tele hueca que solo da deudas millonarias, westerns rancios, loas a Camps, azafatas compactas, nieve en Morella y cotilleos del corazón o de más abajo.
Por inaugurar que no quede, que inauguren cárceles sin presos, comisarías sin pasma, trenes sin vías y juzgados sin jueces. Total, si ya lo ha dicho Blasco: sobran funcionarios.

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