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(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 3 de enero de 2011)Siete años de investigación judicial, 25.000 folios de sumario, nueve jueces que salieron por piernas de Nules, cuatro fiscales que hicieron lo propio, dineros negros a mogollón, una legión de testigos mudos, ríos de tinta, mentiras y cintas de video. ¿Y qué nos queda ahora de toda esa broma zarzuelera que ha sido el caso Fabra? ¿Qué nos queda de esa triste opereta bufa? Nada. La Audiencia lo ha liquidado todo de un plumazo alegando prescripción, un latinajo legal que el pueblo no entiende y que huele a podrida receta médica. Pues enhorabuena por su buena estrella, señor presidente, y que Dios se la conserve.
Pero permítanos a algunos que sigamos escribiendo, porque escribir es lo único que nos queda a los pobres mortales que nunca nos toca la lotería. Al día siguiente de su absolución, usted, señor Fabra, que odia a los periodistas pero no sabe vivir sin ellos, convocó una rueda de prensa en olor de multitudes, sí, digo en olor porque me da la gana, aunque pueda estar mal dicho, porque esas manifestaciones orgiásticas de muchedumbre mansurrona y lanar que le acompañan, como dice nuestro querido Ortega, cada vez huelen peor. Es más soportable hacer frente a la peor de las injusticias que a un ejército de pelotas haciendo palmas con las orejas. Ya estamos acostumbrados a que sus ruedas de prensa se conviertan en pequeñas plazas de Oriente y en grandes actos de exaltación del movimiento. No nos sorprende tan poco estilo.
Detrás de las cámaras de televisión, detrás de la tramoya, la diputada Pallardó, su fiel Campanilla particular, iba sacando los cartelillos con la orden de «aplausos», como en las risas enlatadas de los malos programas de la telebragueta. El caso es que allí estaba usted, ante los flashes y los plumillas, luciendo dientes entre corifeos y mariachis, sacando pecho, no por haber sido el más honrado, sino por haber sido más pillo que los policías de Anticorrupción (no tiene mucho mérito, la verdad, Mortadelo y Filemón hubieran investigado este caso bastante mejor).
Una vez más, su excelencia arremetió contra los pocos periodistas que ya no le son acólitos, contra los cuatro gatos que aún se atreven a decir las verdades del barquero. Yo tuve el grato placer de que usted me dirigiera unas palabras: «Sé que hoy no es un buen día para usted, señor Antequera». Le agradezco su interpelación directa, en el futuro le contaré a mis nietos que una vez el gran padrino me tuvo en sus pensamientos. Pero permítame que le diga que la noche le confunde, como a Dinio. No fue un mal día para un simple e inofensivo periodista. Fue un mal día para la democracia. Uno cree que los delitos graves no deberían prescribir nunca, los delitos son manchas indelebles. Los juicios prescriben, las mentiras no prescriben nunca.
Dice usted que los Reyes Magos han llegado cuando tenían que llegar para traerle este regalo, aunque todavía puede ser un regalo con sorpresa, porque queda el súper Supremo. No se fíe su excelencia de los Reyes Magos de hoy, que ya no son lo que eran. Hoy sus majestades andan también un poco desorientados y ambiguos a causa de los tiempos revueltos que corren. Fíjese en ese padre pederasta que se ha librado del trullo, también por prescripción, al que han colocado de Rey Mago en una cabalgata. A Belén llegan violadores travestidos de Melchor que traen carbón para los honrados y oro para los pastorcillos del fraude.
Unos señores jueces vestidos de puñetas nos han hecho la puñeta. Pero aquí lo único que ha prescrito es la Justicia, el sistema, la democracia. Ni el juez, ni el fiscal, ni los inspectores de Hacienda, ni el ministro de Justicia, ni el bedel del juzgado cayeron en la cuenta de que el hombre de oro se salía por peteneras por un error nefasto. Esto ha sido la conjura de los necios, la hora de los tramposos, una mala comedia de altos vuelos, en plan Lubitsch, sólo que con bastante menos gracia.
Dicen que ZP va a subirnos la luz, el agua, el gas, el AVE, el aire que respiramos, los gayumbos, el autobús y hasta el vino y el tabaco, para que no nos endroguemos ante tanta crisis y tanta perfidia. Las facturas y recibos es lo que tienen. Que no prescriben nunca, coño.
Imagen: Pat
Imagen: Pat
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