lunes, 28 de enero de 2013

LAS BASURAS

(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 5 de julio de 2010)

Decía Gustavo Bueno que observar la basura es observar la realidad. Pues observemos. Como el Gobierno valenciano no ha construido las plantas residuales que había prometido al personal, ahora no sabe dónde echar la basura castellonense. Al conseller Cotino, un político globetrotter que lo mismo lo ponen a planchar huevos que a freír corbatas, se le ha ocurrido mandar la basura de tapadillo a Xixona, descargarla con nocturnidad en la tierra del turrón, por si cuela, vaya. Pero no ha colado y se ha montado el turrón. 
Los vecinos ya le han dicho al conseller que eso de que tots soms valencians está muy bien, pero que nastic de rien, que ellos ya tienen su basura autóctona y que cada mierda en su casa y Dios en la de todos. Lo cual que nos encontramos ante otra guerra, como la del agua, por culpa de un desgobierno basuril. Esto con Fabra no pasaba, hombre, porque Fabra ejercía de pequeño Franco que abría basureros como pantanos (y lo que hiciera falta). Desde que está de baja hepática es que nos ha dejado huérfanos de dictablanda. 
Cambiar la basura de sitio para que se oree no es de recibo. Por si no teníamos bastante con la guerra del agua ahora nos quieren meter en la guerra de las basuras. Basura para todos. El español es un ser que necesita una guerra de vez en cuando, mayormente por desfogar. Así que Cotino y Camps, como buenos españoles que son, han abierto un nuevo frente con el follón ése de las basuras, que no deja de ser un reflejo certero de lo que está pasando en la vida política valenciana. Aquí nos hemos acostumbrado a vivir sobre un miasma de basuras, truños, mondongos, mugre, causas judiciales, escándalos, sobornos, banqueros ocultistas, avalistas fantasmas, chóferes bursátiles, dinero delictivo, butroneo a calzón quitado, en fin. Hay tal cantidad de basura suelta y pululante que la corrupción crece alegre y diáfana en una especie de gran invernadero del vicio y del merder. 
La política y la basura son dos caras de la misma moneda. La vida es basura organizada, nació de un pequeño microbio que retozaba en una charca pestilente. Luego llegó el mono (el mono español ya robaba) y más tarde el concejal de Urbanismo (éste especializó el árbol evolutivo del trinconeo). El ser humano es, en esencia, una especie que contamina y que se corrompe mucho. Ensucio ergo sum, tendría que haber dicho Descartes. El 95 por ciento de nuestro ADN es basura, tragamos horas y horas de televisión basura y nuestros políticos son tramoyistas de la política basura. Hemos dejado atrás la Era Atómica para entrar de lleno en la Era de la Basura, que es una vuelta al neolítico, sólo que con el GPS metido en el culo, Jorge Javier con su caca deluxe y un montón de gente haciendo fitness. Quiere decirse que ya todo es basura sucia: la guerra de Irak, el escape de crudo de la BP, la chatarra espacial, la pederastia católica y el dinero espurio de los choricillos con carné, tipo Matas y otros especímenes más nuestros y reconocibles. 
La basura lo inunda todo, ya digo, no sólo la Política, también la Cultura. El símbolo de nuestro tiempo es el váter de Duchamp y los vampiros ñoños, lelos y frígidos de Eclipse. Las librerías son grandes basureros de papel. Pero no nos andemos por las ramas, como hace Cotino, que manda nuestra basura por los cerros de Úbeda para ver si se oxigena un poco o se pierde por ahí o se la encasqueta a otras nacionalidades ibéricas en una especie de nuevo trasvase Mijares/Segura del basuramen. Este PP que promete plantas depuradoras y luego si te he visto no me acuerdo ha inventado la road movie del excremento fugitivo. Agita la guerra de las basuras como agitó la guerra del agua. No ha debido enterarse Cotino de que tenemos nuevo Estatut de Cataluña y la basura es realidad nacional transferida por competencias. 
Ahora que Camps va a pedirle a Zapatero todo lo que el Constitucional le ha dado a los catalanes, podría pensar también en pedirle una solución a tanta basura. Porque esto ya huele, joer.

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