(Publicado en Diario16 el 10 de abril de 2020)
Un bot es un robot, un programa informático que realiza tareas repetitivas de forma automática y masiva a través de Internet. Un bot puede hacer circular el mismo mensaje varios millones de veces en un solo minuto. Al igual que el covid-19 se replica genéticamente a un ritmo vertiginoso, uno de estos engendros digitales es capaz de transmitir paquetes de información a la velocidad de la luz. Ni que decir tiene que un arma de tal calibre en manos de desaprensivos y al servicio de la propaganda y la desinformación puede convertirse en más tóxica y peligrosa que la peor epidemia de coronavirus.
La nueva extrema derecha populista, xenófoba y ultratecnificada es consciente de la bomba que tiene entre las manos y la usa profusamente. Así es como han llegado al poder personajes como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Boris Johnson. El nuevo Hitler no necesitará subirse a un atril y enervar a las masas con encendidos discursos en estadios olímpicos. En nuestro extraño y onírico siglo XXI la parafernalia escenográfica y la liturgia nazi han sido sustituidas por motores informáticos capaces de penetrar en las mentes frágiles de la gente como máquinas taladradoras sin escrúpulos.
Ayer, durante el pleno del Congreso de los Diputados para debatir la prórroga del estado de alarma, Pedro Sánchez subió al estrado y le dijo a Santiago Abascal: “Me dirijo a usted y a sus millones de bots”. Con esa frase lapidaria se refirió a los artilugios con los que, según el presidente del Gobierno, Vox propaga sus “bulos, las mentiras y la desinformación” para promover “el odio”. La revelación en medio de un hemiciclo casi vacío y gélido sonó como un diálogo de las mejores novelas de ciencia ficción. Por momentos parecía que no estaba hablando un gobernante de carne y hueso, sino un personaje de los relatos distópicos de Philip K. Dick, Ray Bradbury o Arthur C. Clarke que avisan al mundo ante una conspiración de políticos desalmados, científicos locos y autómatas pasados de rosca. Solo que Sánchez no estaba hablando de fábulas futuristas ni de literatura de ficción, sino de una cruda realidad que se ha instalado entre nosotros en forma de virus letales y máquinas en manos de grupos fascistas que amenazan con apoderarse del planeta Tierra. Todo eso que hasta ahora solo veíamos en las películas y en las series de Netflix ya está aquí, entre nosotros, sin que nos hayamos dado ni cuenta.
Abascal, el califa del rencor y la rabia, ha encontrado en la pandemia el caldo de cultivo perfecto para agitar al pueblo aterrorizado y confinado en sus casas. Él no busca soluciones, solo chivos expiatorios. A él no le interesa la ciencia ni la razón, solo el dogmatismo y la exacerbación de los sentimientos que llevan a la agresividad (de momento solo verbal). Tomás Guitarte, el representante de Teruel Existe, se lo explicó tan concisa como acertadamente en su turno de intervención, en el que citó un pasaje de Ensayo sobre la ceguera, la magnífica alegoría de José Saramago sobre el mal de la insensibilidad que aqueja a la humanidad. “Calma, dijo el médico. En una epidemia no hay culpables. Todos son víctimas”. Pero Abascal ni siquiera se inmutó. Sabe que su ejército mecánico de bots se revelará más poderoso y eficaz que cien mil soldados del Tercer Reich. La intoxicación ideológica es tan letal como una epidemia y mientras la ley, la Policía y los jueces no se tomen en serio este turbio asunto de los bots todos estamos expuestos a una amenaza mucho más seria que el maldito covid-19: la que supone la destrucción de los valores morales, cívicos y políticos auténticamente humanos y su sustitución por una tecnodictadura de neón, negras pantallas y monstruos electrónicos que ni los guionistas de The Matrix alcanzaron a imaginar.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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