(Publicado en Diario16 el 8 de mayo de 2020)
Los asesores están pensando en quitarle el maletín nuclear a Donald Trump. Es demasiado peligroso dejar el botón del fin del mundo en manos de un desequilibrado que aconseja a los norteamericanos un buen chute de detergente por vía intravenosa para curar el coronavirus. Pero es que en España tenemos a nuestra propia “trumpita”, Isabel Díaz Ayuso, a quien alguien debería retirarle el mando a distancia de la maltrecha Sanidad pública. Su afirmación de que “todos los días hay atropellos y no por eso prohíbes los coches” −animando a los madrileños a ser valientes y a dejar atrás el confinamiento−, es sencillamente una invitación a la población para que juegue a la ruleta rusa con su salud. Una frivolité de la lideresa prácticamente calcada a la que hizo en su día el presidente de los Estados Unidos, que comparó el bichejo de Wuhan con los accidentes de tráfico (“no porque ocurran le decimos a la gente que no conduzca”).
Díaz Ayuso es como esa niña paralizada de las películas de terror que cuando tiene miedo al fantasma o monstruo se esconde debajo de una mesa camilla y se tapa los ojos con las manos. Se trata de negar el horror, de no verlo, mientras entona nanas e inquietantes canciones propagandísticas que no van a espantar al espectro. O parafraseando a Monterroso: cuando Ayuso despertó por la mañana el virus todavía seguía allí.
En su empeño por borrar la trágica realidad a brochazos de mentiras (todos los informes epidemiológicos apuntan a que Madrid es la ciudad con peor tasa de contagios del mundo) la presidenta se ha liado la manta a la cabeza y sigue instando al Gobierno de España a que autorice a la Comunidad de Madrid el pase a la “Fase 1 de desescalada”. Incluso ha forzado los informes sanitarios, presentando la documentación sin la firma de los técnicos autorizados, tal como publican la Cadena Ser y El Plural. Los papeles fueron remitidos a Moncloa a altas horas de la noche, con nocturnidad y alevosía, cuando la directora de Salud Pública de Madrid, Yolanda Fuentes, ya había presentado su dimisión irrevocable. Con su renuncia, esta doctora que goza de la reputación y el prestigio entre sus colegas médicos, ha dado una muestra de integridad personal y profesional nada frecuente en los tiempos cínicos que vivimos. Fuentes sabía que levantar el confinamiento en la capital, exponiendo a millones de personas al coronavirus, tal como pretendía Díaz Ayuso, era una completa locura. No podía tragar con eso ni vivir con el remordimiento el resto de sus días.
La presidenta del PP madrileño ha justificado la dimisión de su subordinada alegando que tenía intención de reestructurar el área de Salud, aunque ha reconocido que mantenía “discrepancias” con ella. De momento, los profesionales sanitarios ya han dictado sentencia en las redes sociales, volcándose en elogios hacia la exdirectora y en ácidas críticas a la mandataria popular. Lo que coloca a cada cual en su sitio. Los científicos son el remedio a los males de la humanidad; los políticos la enfermedad, una mala jaqueca crónica con la que hay que convivir.
A medida que pasa el tiempo parece más evidente que Díaz Ayuso y sus colaboradores han urdido un gran montaje con los datos estadísticos para tratar de convencer al Gobierno central de que la Comunidad de Madrid está preparada para salir del confinamiento. El Gobierno regional garantiza que la red de hospitales, tanto públicos como privados, ha registrado un descenso del tropecientos por cien en el número de enfermos, de modo que la presión asistencial se ha reducido. Solo que una pandemia no es meramente una cuestión de camas y salas de urgencias, según alertan los virólogos. El virus continúa matando y contagiando por miles, la situación sigue siendo dramática y es como si cada día se estrellara un Boeing con más de 200 pasajeros a bordo. Pero Díaz Ayuso insiste en jugar con la salud de las personas, tal como denuncia Pablo Iglesias, y sigue transmitiendo la falsa sensación de que ha llegado el feliz verano, de que se ha superado la enfermedad y de que los madrileños pueden salir a la calle a correr, a darse baños de sol en El Retiro y a tomar cañas en las terrazas. Aquello del “relaxing cup of café con leche en Plaza Mayor” que decía Ana Botella, otra obtusa ultraliberal.
Y todo este esperpento sanitario orquestado por la presidenta solo para contentar al gremio de bares, mesones y hosteleros. La irresponsabilidad es denunciable, y de hecho Más Madrid ya ha anunciado querellas. No obstante, la Justicia es larga y tortuosa, casi siempre ciega, de modo que al final mucho nos tememos que nos tendremos que conformar con que el cielo la juzgue.
Viñeta: Pedro Parrilla El Koko
Viñeta: Pedro Parrilla El Koko
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