martes, 12 de mayo de 2020

LA PAGUITA


(Publicado en Diario16 el 19 de abril de 2020)

El Gobierno no quiere que nadie se quede atrás en la crisis provocada por la epidemia. Para evitarlo, ha puesto en marcha un “ingreso mínimo vital” que llegará a todas aquellas personas sin recursos y en riesgo de exclusión. Más de un millón de hogares pobres de solemnidad se beneficiarán de una ayuda que por lo visto, y para variar, a Vox no le parece bien. La extrema derecha española se ha rasgado las vestiduras y ha calificado la prestación, de forma arrogante, como “paguita clientelar y para menas”. La última burrada de la formación posfranquista tiene autor, Jorge Buxadé, diputado ultra en el Parlamento Europeo, que ha tildado de “solución venezolana” la iniciativa del Gobierno y ha acusado a Pedro Sánchez de haber “expropiado el derecho al trabajo” de seis millones de personas por la instauración del estado de alarma para evitar contagios. “Extienden la pobreza con la misma rapidez con la que se extiende el coronavirus de Wuhan”, lamenta Buxadé.
Por lo visto, la idea de Vox es dejar que mueran de hambre un millón de familias, personas que de gobernar la formación ultra a buen seguro quedarían a la intemperie, sin ingresos, con una mano delante y otra detrás, mientras el coronavirus las acecha para darse un festín con ellas. Pero no extraña esa forma de hacer política de un grupo que ha elegido el mismo color verde ácido de un agente patógeno como emblema para corroer el sistema inmunitario de nuestra democracia. Vox es para el Estado de Derecho lo que el covid-19 es para un organismo humano. Contagio totalitario letal, contaminación ideológica, una peste política. Con sus declaraciones insultantes contra el derecho de todos los vulnerables a percibir una renta básica, la formación de Abascal demuestra lo que es en realidad, más allá del traje populista: un partido de élites, mansos servidores que obedecen las voces de sus amos, que no son otros que la patronal, la banca y la  Fundación Franco. Su programa electoral pasa por mantener los privilegios de las clases dominantes, por poner a buen recaudo el dinero y levantar injustos muros entre ricos y pobres. La táctica del partido de Santiago Abascal, fiel a lo que debe ser un partido populista de extrema derecha, es seducir a los trabajadores con la promesa de patriotismo y pan para todos, cuando en el fondo solo hay bulos, cantos de sirena, estafas y engaños, ya que lo que Vox está ofreciendo a la clase obrera es beneficencia, caridad y limosna.
Hay una gran diferencia entre la oferta del Gobierno de izquierdas PSOE-Podemos y las migajas y monedillas que el señorito engominado lanza a los menesterosos a la salida de la iglesia. Sánchez ofrece una prestación social bajo amparo de un Estado de Bienestar avanzado y socialdemócrata, un subsidio que tiene carácter provisional mientras dure la pandemia; Abascal propone perpetuar el paternalismo, la cesta de navidad de la empresa a final de año, el beso en el anillo del obispo y la vuelta a la España franquista de la cartilla de racionamiento. En definitiva, qué bueno es el señor patrón que nos lleva de excursión.
El ingreso mínimo vital es una prestación que cotiza como derecho laboral; el soborno con el que el líder de Vox pretende comprar a los trabajadores a cambio del voto es simplemente caridad, las sobras del empresario que roba las plusvalías del obrero, la vuelta al caciquismo, a la economía aristocrática y feudal del siglo XIX. Las políticas proteccionistas son algo secundario para la extrema derecha; ellos son más de proteger el paraíso fiscal, la evasión de capitales y la cuenta en Suiza, que al fin y al cabo es lo que siempre hicieron las derechas en este país.
Vox quiere un país vestido de militar besando la rojigualda y pobre, o sea el modelo franquista de posguerra, cuando España alcanzó cotas de pobreza y analfabetismo similares a la Edad Media. Hay una diferencia sustancial en la forma de entender la política y la vida entre la izquierda y la extrema derecha. Lo que Buxadé define despectivamente como “una paguita” es el derecho de toda persona a vivir dignamente, a percibir un salario mínimo y a un reparto más equitativo de la riqueza; o lo que es lo mismo: cumplir la Constitución. La “paguita” que los políticos de Vox menosprecian da oxígeno a muchas familias en apuros; la “paguita” permite llenar la cesta de la compra una semana más; y vivir como una persona y no como un animal. No debería jugar la extrema derecha con el término “paguita”, porque además de mentir y lanzar bulos que pueden terminar en Fiscalía, supone un insulto a millones de personas que no tienen la suerte de calzarse una mansión con piscina como ellos.
Con declaraciones de marqués decadente como las de Buxadé queda suficientemente acreditado que Vox es un partido fundado por ricos, de ricos y para ricos. Abascal presume de cuadra con caballos; Monasterio de flamante despacho de arquitectos que saca proyectos como rosquillas; Ortega Smith de gomina cara y de bufete de abogados; y Espinosa de los Monteros de traje de etiqueta con pañuelo de seda perfumado junto a la solapa y rosa en el ojal. A poco que se rasca en esta gente uno no encuentra más que al señorito de siempre, al dandi de playa con bigote y monóculo, ese prototipo de español que ama a los bancos de Panamá más que a España misma, que siente complejo de inferioridad ante al inmigrante fuerte y fibroso que contamina la raza y que se reconcome de rabia cuando un obrero lleva a su hijo a la universidad. Sí, señores de Vox, esa “paguita” les viene muy bien a los españoles pobres pero honrados. Esa “paguita” es el respirador de oxígeno de muchos. Más vale vivir de esa “paguita” digna y decente que de la especulación neoliberal portadora de pestes, del bulo malo en Twitter y del dinero iraní.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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