(Publicado en Diario16 el 5 de mayo de 2020)
“No os quejéis tanto y dejad ya de apoyar al socialcomunista Sánchez”. Provocadores mensajes en Twitter de este tipo, dirigidos contra el PP probablemente desde el flanco de la ultraderecha, han terminado por doblegar la frágil voluntad de Pablo Casado, un líder trémulo que se echar a temblar en cuanto oye hablar de Vox y del malestar de la patronal y del Íbex35 por el parón de la economía. Hasta hoy, el Partido Popular había apoyado el estado de alarma decretado por el Gobierno y sus sucesivas prórrogas, aunque bien es cierto que a regañadientes. Pero Casado es un obsesivo de las encuestas que no toma ni una sola decisión sobre un asunto importante para España sin mirar antes lo que ha dicho al respecto Santiago Abascal. Si Rajoy era un adicto al Marca, Casado está enganchado a los sondeos demoscópicos de El Mundo, de modo que como el líder de Vox ya ha dicho que rechazará de plano la medida propuesta por Sánchez, él entiende que no puede ser menos y que debe hacer lo mismo.
El PP no está para perder votos. Esa es la auténtica razón (y no el bien del país) que justifica el “no” de Casado a prorrogar un estado de alarma que en las últimas semanas se había mostrado como la herramienta más eficaz para doblegar la “curva de contagiados” y frenar la epidemia de coronavirus en nuestro país.
Mientras tanto Abascal, que ha llegado a la política española para demoler todas las conquistas democráticas y sociales del 78 con el pretexto del famoso bulo/trola de la “dictadura progre”, se siente cómodo en el actual escenario dantesco de muerte, enfermedad, miseria, paro y ruina económica. Con España convertida en una inmensa leprosería, las legiones de desesperados y haters contra el Gobierno no tardarán en aparecer. Es solo cuestión de tiempo y dejar que la fruta madure, al viejo estilo de los fascismos del siglo XX. Por eso el líder ultra tiene claro que no va a apoyar nada que venga de la coalición PSOE/Unidas Podemos y si mañana a Pablo Iglesias se le ocurriera fijar el salario mínimo interprofesional en 2.000 euros, para equipararnos en algo con la opulenta y pérfida Holanda, él votaría en contra sin dudarlo. Primero es la causa falangista (Dios, patria y orden); después el Estado de Bienestar que tanta urticaria ocasiona a las élites del dinero.
Desde el principio Vox se ha mantenido en el enroque largo, negándose a apoyar la prórroga del estado de alarma con el pretexto de que ese mecanismo constitucional se ha utilizado por parte del Ejecutivo para “vulnerar derechos fundamentales”. “Volveremos a votar ‘no’ al estado de excepción encubierto que Sánchez pretende eternizar porque no se ha usado para la adquisición masiva de protección frente a la pandemia sino para vulnerar nuestras libertades. Vox no cederá al chantaje lanzado hoy en Aló presidente”, ironiza el líder ultra en un mensaje en el que trata de comparar, con evidente mala baba, las comparecencias televisivas de Sánchez para aportar datos sobre la evolución de la enfermedad con los maratonianos programas de televisión moderados por el presidente venezolano Hugo Chávez.
A estas alturas resulta más que evidente que Vox es el partido que puede sacarle un mayor rédito electoral a esta tragedia de dimensiones bíblicas y eso lo sabe el preocupado Casado. El presidente del PP, como cree que tiene que ser más ultra, más español, más macho y más de todo que Abascal, ha tomado buena nota y poco le importa ya si su “no” al estado de alarma colocará al país ante el riesgo grave de un nuevo rebrote epidémico que podría resultar tan letal como el registrado hace dos meses, cuando las urgencias de los hospitales se colapsaron y los tanatorios no daban abasto para recoger a los muertos. Ya le ha comunicado al presidente del Gobierno cuál es su receta médica contra el coronavirus: no apoyar otra prórroga del estado de alarma; arriesgar todo lo que el país ha conseguido tras dos duros meses de confinamiento; sacar a los españoles a la calle con el pretexto de una falsa libertad que en realidad es una trampa, una invitación a la inmolación colectiva y a convertir España en una fiesta salvaje de infectados donde el virus volverá a darse un festín de carne de fresca. Si acierta, el virólogo no titulado Casado podrá sacar pecho de que el PP libró a la patria del carcelero chavista Sánchez que mantenía secuestrados a 47 millones de españoles; si se equivoca, tal como dan por hecho los epidemiólogos italianos que han frenado al bicho en la región del Véneto, el líder popular siempre puede echar la culpa del posible rebrote a la negligente manifestación feminista del 8M, que eso nunca falla. A fin de cuentas las derechas españolas jamás yerran ni piden perdón por nada: basta con poner en marcha la prodigiosa maquinaria de la mentira para echarle la culpa al espantajo comunista.
Casado dispone de toda la información en su mano. Pedro Sánchez le ha advertido por activa y por pasiva que si vota “no” en el Parlamento incurrirá en una flagrante irresponsabilidad, contribuyendo a la expansión del microbio y al “caos sanitario y económico del país”. También se lo han explicado los científicos y expertos epidemiólogos que saben de gérmenes patógenos. Pero la tentación populista es tan grande que le ciega. Más vale mil nuevos contagiados que un solo votante del PP en Vox.
Viñeta: Pedro Parrilla El Koko
No hay comentarios:
Publicar un comentario