viernes, 15 de mayo de 2020

LA FAES


(Publicado en Diario16 el 14 de mayo de 2020)

Dicen los filósofos que de esta pandemia vamos a salir más gordos, más miedosos y suspicaces, menos libres y probablemente algo más tontos y egoístas. El futuro que se cierne sobre la humanidad es más bien negro, y no solo por los efectos devastadores del covid-19 en la salud de los seres humanos y en las economías mundiales, sino porque una pandemia es el caldo de cultivo perfecto para que proliferen los populismos demagógicos, los fanatismos, la superchería, las sectas destructivas y los dogmatismos religiosos. Con el coronavirus ha estallado otra pandemia que estaba también larvada, una plaga de tontuna, idiocia, incultura, cretinismo y frivolidad que puede llevarnos definitivamente a la extinción como especie. Populistas de extrema derecha, charlatanes antivacunas, predicadores y fundamentalistas religiosos, ufólogos, influencers, gurús de Instagram, conspiranoicos y otros descerebrados de todo pelaje y condición propagan el virus de la desinformación y la imbecilidad a la velocidad de la luz. Ya dijo el escritor francés Ernest Renan que la estupidez humana es la única cosa que nos da una idea del infinito y tal como se está viendo ahora el hombre era un visionario.
En los últimos días hemos asistido a un espectáculo sociopolítico difícilmente digerible que deja atónito a cualquier persona de bien y que se mire por donde se mire no tiene una explicación lógica ni racional. Por lo que respecta a lo social, las imágenes de jóvenes organizando botellones callejeros, clientes llenando terrazas y bares y paseos playeros atestados de gente tomando el sol (sin respetar las mínimas medidas de distanciamiento social y exponiendo a todo el país a un peligroso rebrote de la epidemia) hablan por sí solas y recuerdan bastante a esos momentos de las películas malas de catástrofes en las que el personal se vuelve rematadamente loco ante la inminencia de un meteorito o un tsunami y le da por cometer todo tipo de tropelías y actos vandálicos como asaltar supermercados, robar a las ancianitas y practicar el amor libre a la vista de todos.
En medio de la catástrofe los locos y los idiotas se hacen fuertes y toman las calles, acabando con cualquier vestigio de civilización e imponiendo la ley de la jungla. Tardaremos tiempo en olvidar todas esas caras embriagadas de tipos y tipas poniéndose ciegos a cubatas a las puertas de los bares, balbuceando cosas ininteligibles y riéndose de todo, mientras la epidemia sigue cobrándose casi doscientas vidas diarias. Las imágenes que circulan por las redes sociales y las televisiones públicas y privadas sencillamente producen asco y escalofríos y nos llevan a abandonar cualquier esperanza de que la raza humana mejore en un futuro cercano.  
Pero si degradante ha sido el ejemplo de los insolidarios que se han dado a esa especie de enloquecido y suicida carpe diem en medio de la pandemia (no solo en España, sino en otros países del mundo) mucho peor está siendo el espectáculo de algunos políticos de las derechas. Baste recordar el show tan hilarante como penoso que está dando Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid que se deja retratar como una virgen mártir y que ha llegado a decir cosas como que las pizzas son sanas para los niños, que los techos altos de los hospitales curan la enfermedad y que covid-19 son las siglas de “coronavirus diciembre 2019”, demostrando así que ni siquiera sabía cómo se llamaba el mal que estaba tratando de combatir. La última la acaba de soltar la diputada de Vox Carla Toscano, que ha asegurado que escuchar a Pablo Iglesias “dar lecciones de democracia es como escuchar a Adolf Hitler dar lecciones sobre el amor al pueblo judío”. Y lo dice alguien que milita en un partido que defiende el genocidio franquista. Por cierto, en el colmo del delirio y el disparate, Vox ha convocado una manifestación en coche para protestar contra el Gobierno. Y así todo.
No cabe duda de que hemos entrado de lleno en un agujero negro en la historia de la humanidad, una puerta que nos conduce directamente a una extraña dimensión desconocida que llaman la “posverdad” donde los principios y valores se distorsionan, donde todo vale, donde los fascistas se erigen en defensores de la democracia y alguien como Cristina Cifuentes, expulsada de la carrera política y procesada por turbios asuntos, se convierte en tertuliana de lujo, en referente de moralidad y en líder de opinión en horario televisivo prime time.
Pero todo este mundo al revés, todo este vertedero ideológico que pone de manifiesto aquello tan manido de la decadencia de Occidente, no sería posible sin oscuras factorías políticas que por detrás, en la sombra, como sórdidos laboratorios biológicos, van fabricando los agentes patógenos intelectuales, las ideas venenosas que terminan atontando y fanatizando al personal. Hablamos sin duda de entes de pensamiento escolástico y medieval como la ultracatólica Hazte Oír, la progolpista Fundación Franco, el propio Vox como prodigiosa máquina de producir política basura o la misma Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), “el laboratorio de ideas del PP” o think tank (“tanque de pensamiento”), como dicen los pijos, horteras y cursis. El presidente de FAES es José María Aznar, que no pasará a la historia como un faro filosófico de nuestro tiempo, y en ella figuran gente como Josep Piqué, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, que como intelectuales tampoco son precisamente Ortega y Gasset.
Sin embargo ahí están, produciendo informes de corta y pega, y entre todos ellos emerge la figura del gran gurú del “pensamiento trumpista” a la española: Miguel Ángel Rodríguez, más conocido como MAR. Este cree que lo importante es anular la realidad de los datos y los hechos y centrarse en convencer (aunque la verdad siempre estará ahí, como su tozudo expediente policial por conducir con unas copas de más). Para persuadir, MAR emplea técnicas de propaganda goebelsianas como repetir una mentira hasta que acabe convirtiéndose en verdad, machacar a la opinión pública con cuatro ideas fuerza muy sencillas y rudimentarias (renunciando a los matices y a la capacidad de razonar de forma compleja) y soltar mucho bulo en los medios de comunicación amigos. Al genio MAR, como jefe de gabinete de Díaz Ayuso, se le deben las últimas mascaradas y macarradas de la señora presidenta. Es lo que se conoce como un “spin doctor”, un mago de la propaganda. No en vano fue el Pigmalión que moldeó a Aznar en sus años gloriosos y como en el mito griego quizá el artista quedó atrapado por su creación y enganchado al aznarismo para siempre. Las técnicas de MAR han degradado la política durante años, lo cual explicaría que cada vez haya más mentes simples, más cerebros manipulados y menos cultura. Es, sin duda, el padre de ese cabeza rapada que sostiene el cubata y se ríe bobaliconamente del confinamiento y del coronavirus porque a él ningún comunista le dice lo que tiene que hacer. Tal cual como en su día lo dijo Aznar. Su ídolo y mentor.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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