(Publicado en Diario16 el 27 de abril de 2020)
Vox cree que la Unión Europea se ha sometido al “mundialismo”, un término que la formación ultraderechista, en su verborrea vacía habitual, utiliza despectivamente. En el fondo, lo que está diciendo el partido de Santiago Abascal es que está en contra de todo tipo de organización supranacional como la OMS, la FAO, las cumbres contra el cambio climático o Acnur (el Alto Comisionado para los Refugiados), organismos todos ellos bajo amparo de Naciones Unidas ante los que Vox siente una alergia incurable al considerarlos “chiringuitos comunistas”. Eso al menos parece deducirse de las declaraciones del vicepresidente de Acción Política y eurodiputado de la formación verde, Jorge Buxadé, quien ha afeado a los partidos tradicionales que no hayan tenido en cuenta las enmiendas de Vox al decreto de estado de alarma, de manera que ha arremetido contra ellos por no ser capaces de renunciar “a sus prejuicios, fobias y al sometimiento de la UE al mundialismo, ni siquiera ante la mayor crisis sanitaria y económica de la historia de Europa”.
Las opiniones del eurodiputado ultra ponen de manifiesto el talante euroescéptico del partido de Abascal y su descarada alineación con los postulados más retrógrados de la extrema derecha mundial y de Donald Trump, quien ya ha anunciado que Estados Unidos cerrará el grito a la Organización Mundial de la Salud, cortándole una subvención de 500 millones de dólares anuales vital para la subsistencia de este organismo encargado de velar por la salud en el planeta.
Las propuestas de Vox coinciden también con las del canciller de Brasil, Ernesto Araújo, quien cree que la epidemia de coronavirus obedece a un plan premeditado para “implementar el comunismo en el mundo” a través de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud. El mismo presidente carioca, Jair Bolsonaro, es un ferviente detractor de este tipo de organizaciones internacionales y en los últimos días se ha mostrado como un gran negacionista del covid-19, un virus al que restó importancia calificándolo de “gripecita” antes de instar a los brasileños a regresar al trabajo y a romper la cuarentena aconsejada por la OMS.
El europarlamentario de Vox ha criticado las “disfunciones que la Unión está presentando a la hora de ayudar a los países a gestionar la epidemia del coronavirus”. Sobre ese asunto señaló que los partidos del “consenso progre” habían sido incapaces de “renunciar a un solo euro del pacto climático” que suscribieron con anterioridad a esta crisis y que “ponen al mismo nivel a los ancianos que fallecen respecto a los inmigrantes y las personas de zonas de conflicto”. Critica además que los partidos no hayan dejado atrás “sus neuras ideológicas” para poder “dar una respuesta a la problemática real de los europeos”.
Todo en Vox parece apuntar hacia la misma diana. Destruir cualquier tipo de organización que suponga descentralizar la soberanía nacional española. Buxadé incluso ha hecho un encendido canto a los gobiernos más totalitarios de Europa: “Resulta llamativo que se esté hablando de Hungría y no de las graves limitaciones de derechos que se están produciendo en otros países”. A Vox le molesta que Pedro Sánchez decrete el estado de alarma en España bajo todas las garantías constitucionales y bajo control de las Cortes Generales, pero no dice nada de esa especie de golpe de Estado que Viktor Orbán ha dado en su país, donde el Parlamento húngaro ha aprobado una ley que prolonga ese estado de alarma de manera indefinida para luchar contra el coronavirus. Tras la medida, el Gobierno de Orbán tendrá poderes extraordinarios y podrá gobernar por decreto sin límite temporal y sin ningún control, tampoco parlamentario. Eso no le duele a Vox. Buxadé se pone muy exquisito con la defensa de las libertades en España al denunciar las ruedas de prensa de técnicos y ministros para explicar los datos de la epidemia, la “monitorización de las opiniones en las redes sociales que Sánchez ha encargado realizar a la Guardia Civil” y la “utilización de los llamados verificadores oficiales para, junto a Facebook y Twitter, controlar las opiniones contrarias a la gestión del Gobierno”. En el fondo todo es una pataleta del eurodiputado ultra porque sus patrañas y bulos sobre la supuesta “dictadura mundialista” (en realidad un delirante montaje más) no están siendo escuchadas en ese Parlamento europeo que sueña con ver abolido algún día.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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