(Publicado en Diario16 el 9 de abril de 2020)
No puede ser que un banco cierre sus oficinas y obligue a un cliente a peregrinar por su ciudad, en medio de una epidemia, en busca de una sucursal abierta que le resuelva un problema. Como tampoco puede ser que una compañía eléctrica corte el suministro de luz a una familia que ha sufrido un ERTE o que una persona mayor vea cómo se le agota la tarjeta prepago de su teléfono móvil y queda incomunicada, sin poder salir a la calle a recargar y sin poder hablar con los suyos. Todo eso está ocurriendo en estos días de pandemia en nuestro país, como denunció ayer Gabriel Rufián durante la Comisión de Sanidad, en la que el ministro Salvador Illa dio cuenta de los últimos datos sobre la propagación de la enfermedad. “El Gobierno debe tomar medidas para que la compañías telefónicas colaboren en estos momentos”, aseguró el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso de los Diputados. Fue un necesario toque de atención no solo a las telecos sino a las grandes corporaciones de otros sectores como las energéticas.
El mundo está cambiando de forma vertiginosa y el covid-19 va a obligar a las empresas a adoptar comportamientos mucho más éticos, anteponiendo la seguridad de las personas al mero beneficio crematístico. Y en el caso de que los consejos de administración se resistan a sumarse a la economía colaborativa y solidaria ahí debe estar un Gobierno para obligarlos a entrar en vereda y a ejercer los negocios con un mínimo de responsabilidad y sentido de país y de Estado. Aquella empresa que apueste por cometer abusos en medio de una tragedia como la que estamos viviendo no solo incurrirá en una mala praxis empresarial sino que su imagen como marca comercial quedará seriamente dañada para siempre. Hace unos días vimos cómo la compañía fabricante de cerveza española Estrella Galicia enviaba una carta a todos sus empleados en la que les garantizaba que no realizará ningún ERTE antes del día 31 de mayo. Fue una manera no solo de tranquilizar a los trabajadores, sino de enviar un mensaje de fuerza a la población en un momento dramático solo comparable a tiempos de guerra. Seguramente, con esa medida se habrá ganado unos cuantos nuevos fieles cerveceros para cuando todo esto pase.
Un caso parecido lo tenemos en la Seat, que en pocos días ha pasado de fabricar coches a respiradores de oxígeno, una actividad que a buen seguro contribuirá a salvar cientos de vidas humanas en las UCIS y Urgencias de los saturados hospitales. Otras muchas fábricas de diferentes ámbitos económicos se han puesto también manos a la obra en el auxilio a nuestros sanitarios siguiendo el ejemplo de la multinacional automovilística española.
No estamos por tanto ante una crisis pasajera y coyuntural como fue la de 2008. Estamos ante un serio toque de atención de la naturaleza, del planeta mismo (algunos expertos creen que el coronavirus es consecuencia del cambio climático) y del propio sistema capitalista, que ha colapsado en sus graves contradicciones, crueldades e injusticias. Todo aquel empresario que no sepa ver que nos encontramos ante un punto de inflexión en la historia de la humanidad, pretendiendo retornar a la rapiña, al beneficio fácil, a la precarización y a la esclavitud laboral fracasará en sus proyectos de negocio.
Ya lo ha dicho Rui Rio, jefe de la oposición portuguesa, en un reciente discurso en el que ha exhortado a las entidades financieras a que echen una mano ante la epidemia: “Los bancos deben mucho a todos los portugueses. La banca no puede ganar dinero con la crisis. Si la banca presenta en 2020 y 2021 lucros abultados, esos lucros serán una vergüenza”, ha asegurado. Será mucho más que eso, habría que decir. Será un error colosal que las entidades financieras pagarán caro.
Transitamos hacia un nuevo tiempo, una nueva era con cambios de paradigma y giros copernicanos, como lo fue en su día el paso de la Edad Media al Renacimiento. Y esa crisis debería venir marcada por el nacimiento de nuevos valores éticos como la protección de la salud, el reparto de la riqueza y el intervencionismo estatal como forma de sostener el Estado de Bienestar. Los ciudadanos, aterrorizados por la posibilidad de otra nueva pandemia, exigirán responsabilidad, civismo y más valores humanistas no solo a sus políticos sino también a sus mejores empresarios. Los partidos políticos, presionados por los votantes, impondrán leyes severas contra todo aquel que pretenda recuperar de nuevo la ley de la jungla para ir por libre, al margen de la civilización y del interés general. Los que sepan adaptarse sobrevivirán en el nuevo escenario de las sociedades modernas. Y los que pretendan un retorno al pasado, al egoísmo y la corrupción que ponen en riesgo la vida de las personas y la estabilidad de los países, lo pagarán muy caro. Porque aquí, o nos salvamos todos −ricos y pobres, poderosos y humildes, empresarios y trabajadores−, o solo quedará el caos, la anarquía, la enfermedad y la muerte.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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