(Publicado en Diario16 el 19 de mayo de 2020)
La prensa conservadora española da por hecho un enfrentamiento abierto en Ciudadanos a cuenta de la prórroga del estado de alarma que se decidirá mañana en el Congreso de los Diputados. Por un lado están los “arrimadistas”, partidarios de seguir con la supuesta estrategia del giro al centro que la líder del partido naranja inició con su inesperado apoyo a Pedro Sánchez. Por otra parte están los duros, los últimos focos de resistencia “riverista”, entre los que se encontraría el siempre polémico diputado Marcos de Quinto, que cada vez que abre la boca tiembla España. De Quinto tiene apellidos de general romano y ha escuchado la llamada de la derecha libertaria, ha prendido en su interior el fuego de la rebelión de los “borjamaris” y “cayetanos”. Por algo es uno de ellos. A De Quinto cualquier día lo vemos en Núñez de Balboa moviendo cacerolas y enarbolando el estandarte imperial con el aguilucho, que a fin de cuentas es lo que le pone a alguien de su linaje.
El patricio diputado parece que se ha propuesto vender cara la derrota de sus legiones ultras en la crucial batalla de mañana frente a los bárbaros melenudos prochavistas. El exejecutivo de Coca Cola ya le ha dicho a Inés Arrimadas que al Gobierno ni agua y en las últimas horas ha insinuado que podría votar “no” a la petición de prórroga, rompiendo así la disciplina de partido. Hoy martes, Ciudadanos afronta una reunión crucial en la que De Quinto hará valer sus ideas a cara de perro. Va a poner toda la carne en el asador para que Arrimadas no se deje seducir por los cantos de sirena socialdemócratas y siga mostrándose firme en las posiciones duras que marcó el dimitido jefe Albert Rivera. El problema para De Quinto es que finalmente la líder de Cs ha optado por darle el aval a Sánchez a cambio de que la prórroga sea solo por dos semanas, en lugar de un mes, evitándose así tener que volver al monte con las derechas reaccionarias.
La reciente encuesta del CIS le marca el camino a Arrimadas, que en las últimas semanas está siguiendo una estrategia razonablemente inteligente. Según los sondeos del instituto demoscópico de Tezanos, Cs es el partido más beneficiado por la epidemia de coronavirus, ya que sube del 7,6 al 10,5 por ciento en intención de voto. Sin duda, los españoles valoran la política sensata de la formación naranja durante esta crisis frente a las locuras de Vox, que se hunde desde el 13 por ciento del mes de abril al 11,3 por ciento del último barómetro.
La supuesta conjura de Marcos de Quinto, augur neoliberal y látigo de plebeyos y espartacos comunistas, no tiene otro objetivo que poner el partido en manos de su nuevo dueño y señor, Santiago Abascal, que insiste en postularse como César de esta España bajomedieval sumida en la peste. El líder de Vox ya ha cruzado su particular Rubicón, o sea la calle Núñez de Balboa, auténtico meridiano de Greenwich entre la democracia y el totalitarismo, entre la ley y la anarquía, y va camino de enviar a sus legiones motorizadas (o sea las manifestaciones en coche que está promoviendo para el próximo fin de semana) a las domus de Moncloa y Galapagar.
De Quinto lleva semanas instigando a sus compañeros y diciéndoles que España necesita un “Gobierno de concentración nacional” ante la grave crisis económica que se cierne sobre el país. “No soy conocido en la vida por callarme las cosas”, ha sugerido dando un paso adelante. Mañana este procónsul de la extrema derecha hispana tenía una misión que cumplir en el Parlamento, un encargo de los dioses (que no son Júpiter, Juno y Vulcano precisamente, sino la patronal, el Íbex 35 y el propio Abascal, dios de la guerra). El plan consistía en liquidar a Sánchez a toda costa y entregar Cs a Vox, aunque para ello tuviera que saltarse la disciplina de partido, votar por su cuenta y riesgo y asestar un golpe mortal a Arrimadas (más concentrada ahora en su embarazo que en la política). De Quinto tenía la espada bien afilada. Iba a jugárselo todo a una carta: o vencía o lo echaban del partido; o triunfaba su minigolpe o volvía a las coca colas. Alea iacta est. Ave César Abascal, los que van a morir te saludan. Solo que el pacto in extremis Sánchez/Arrimadas le ha echado por tierra todos los planes de futuro. Su conjura naranja tendrá que esperar.
Viñeta: Pedro Parrilla El Koko
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