(Publicado en Diario16 el 15 de abril de 2020)
La crisis económica provocada por la pandemia de coronavirus va a dejar la mayor recesión mundial desde el crack del 29. Y probablemente sumirá a España en la peor depresión desde el desastre que supuso nuestra terrible Guerra Civil. La producción caerá al menos 8 puntos, el desempleo se disparará hasta casi el 20,8 por ciento y la desigualdad entre clases sociales alcanzará cotas difícilmente imaginables. El escenario que le espera a nuestro país es dramático y no parece que la solución vaya a llegar por la unidad de los partidos políticos, teniendo en cuenta que a la extrema derecha no le interesa frenar la epidemia, sino derribar al “Gobierno social-comunista” que salió de las urnas en las pasadas elecciones.
Pedro Sánchez no puede contar con que fructifique su propuesta para unos idílicos Pactos de la Moncloa que, salvo sorpresa de última hora, no llegarán. Como tampoco puede esperar que Pablo Casado o Santiago Abascal le echen una mano. Y no puede hacerlo porque tres millones de trabajadores acogidos a ERTES tras el estado de alarma y el cese de la actividad económica no esencial se encuentran en una situación desesperada, al igual que más de un millón de autónomos y cientos de miles de familias que tienen que llenar la cesta de la compra, pagar los recibos de agua y luz y hacer frente a la hipoteca o el alquiler. La supervivencia de todas esas personas, confinadas hoy en sus casas en una especie de pesadilla terrorífica por el virus, peligra gravemente si no les llega ya el ansiado “escudo social”. O el Gobierno mueve ficha sin más dilación o medio país va a empezar a caer en la hambruna, con todo lo que ello supone de indignación y agitación social, un caldo de cultivo perfecto para que la democracia entre en crisis y vuelva a emerger con fuerza la extrema derecha.
En ese contexto dramático, y a falta de un consenso entre las fuerzas parlamentarias y los agentes sociales (patronal y sindicatos), las políticas de cobertura asistencial propuestas por Pablo Iglesias se configuran como una cuestión de vida o muerte para millones de españoles. El “ingreso mínimo vital” no puede llegar “dentro de unos meses”, como dicen destacados ministros. Entonces será demasiado tarde. La población necesita ya ese dinero sencillamente para poder cubrir sus necesidades vitales más básicas. Y no basta con una simple ayuda de 500 euros. Esa cantidad resulta irrisoria si de lo que se trata es de que pueda sobrevivir una familia estándar formada por un matrimonio y dos hijos. Todo lo que no sea un ingreso próximo al salario mínimo interprofesional durante el tiempo que dure la pandemia será un parche inútil, absurdo, insuficiente. Y conviene tener en cuenta que tales ingresos no solo son necesarios para que millones de españoles no se mueran de hambre sino para seguir manteniendo la actividad económica del país, el consumo y por tanto la producción de las empresas y el maltrecho mercado laboral.
Todo ello no necesita el consenso de las derechas, que ya sabemos velarán por los intereses del gran capital. Pero sí al menos precisa del acuerdo del Gobierno. Las dos almas del Consejo de Ministros (PSOE y Unidas Podemos) deben cerrar filas en torno a estas medidas impositivas progresistas que no tienen otra finalidad que salvar vidas humanas. Lamentablemente, la peor noticia se ha confirmado. La pasada semana el vicepresidente de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, planteó una propuesta de ingreso mínimo vital “puente” mientras se tramita una renta de carácter permanente dotada con unos 500 euros al mes. Sin embargo, ministros como la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, y el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, han tratado de “enfriar” la iniciativa. También la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se ha sumado al bloque de “prudentes” al asegurar que el ingreso mínimo vital verá la luz “en pocos meses”. ¿Dónde estarán todos esos millones de españoles necesitados que esperan la ayuda como agua de mayo dentro de esos “meses” que propone la ministra? El estómago no entiende de plazos. Los niños no saben de política. Tratar de defender rigurosos equilibrios presupuestarios en estas circunstancias dramáticas para el país no es algo asumible desde un punto de vista ético y político. Hay que gastar cuanto haya que gastar sin reparar en déficits ni en cifras macroeconómicas, tal como viene repitiendo el propio Sánchez. Todo muerto viviente será convenientemente recogido y resucitado por Vox.
El único camino posible para evitar que el país se derrumbe socialmente es el que marca Pablo Iglesias: “Urge un ingreso mínimo vital puente, y tenemos que llevarlo a cabo lo antes posible para dar seguridad a las familias y para que nadie se quede atrás en nuestro país”, ha escrito en Twitter el vicepresidente del Gobierno. Si Pedro Sánchez empieza a escuchar a su izquierda y se olvida de las presiones de la patronal, de las derechas y del sector más neoliberal de su gabinete, millones de españoles, los más vulnerables, saldrán vivos de esta. Si no, solo nos aguarda un infierno de parados, colas de beneficencia, hambrientos y desesperados dispuestos a votar a cualquier salvapatrias que le ofrezca un trozo de pan.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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