(Publicado en Diario16 el 13 de mayo de 2020)
Pablo Casado volvió a arremeter ayer contra el Gobierno, esta vez a cuenta de la “desescalada”, un plan por comunidades autónomas que tiene por objetivo que los españoles vayan recuperando una cierta normalidad en sus vidas y se reactive la economía tras el impacto del covid-19. Tampoco esta medida parece haberle gustado al líder de la oposición, que la ha calificado de “caótica y partidista”, pese a que nada tiene que ver con Pedro Sánchez, puesto que las normas y fases las está fijando un comité científico experto en virus y epidemias, como no podía ser de otra manera.
Sin embargo, aunque Casado volvió a mostrarse inflexible con Moncloa, algo ocurrió en la rueda de prensa que no pasó inadvertido a los periodistas. En efecto, las personas que el presidente del PP había elegido como acompañantes en la videoconferencia decían mucho sobre la situación que vive el partido. Al lado del candidato popular no estaban ya Cayetana Álvarez de Toledo o Teodoro García Egea, las nuevas caras de esta legislatura en las que Casado había depositado su confianza para poner en marcha la táctica de la crispación y el acoso y derribo contra Sánchez. ¿Dónde estaban los duros aznaristas, los implacables mamporreros oficiales, los dóbermans y perros de presa encargados de imprimir al discurso del PP el tinte ultra que Casado cree necesario para no perder votos por el flanco derecho de Vox? Ni rastro de ellos.
Por contra, durante la comparecencia ante la prensa el líder conservador se dejó ver junto a los viejos rostros del PP de siempre, las efigies clásicas, los nombres de aquel PP homologable que hoy parecían definitivamente defenestradas. Allí estaban la vicesecretaria sectorial, Elvira Rodríguez (estrecha colaboradora de Mariano Rajoy como secretaria de Política Económica y Empleo) y sobre todo la exministra de Sanidad y vicepresidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, un referente de aquellos tiempos plácidos y marianistas en los que el Partido Popular aún se conformaba con seguir ocupando el centro derecha político, sin descaradas e impúdicas ostentaciones ultras ni sociedades secretas con Vox. Lo cual hace pensar que algo o alguien ha hecho reflexionar al presidente del PP sobre la conveniencia de levantar el pie del acelerador y adoptar un perfil algo menos fiero, más amable y conciliador.
Ayer Casado trató de mantener el tono algo menos duro en las formas (que no en el fondo) pero al rodearse de las figuras familiares del PP de antes, del PP aún sin abascalizar, se vio que algo había cambiado. Incluso anunció que en la Comisión de Reconstrucción del país Ana Pastor jugará el papel de portavoz del PP, confiando en que las reuniones con las demás fuerzas políticas logren “llegar a un pacto de estado por la sanidad” que cuente con financiación suficiente, centralización de la investigación y una potente industria nacional para la fabricación de material sanitario de protección. También planteó crear una Agencia Nacional de Salud Pública y Calidad Asistencial que cuente con una unidad para el seguimiento de pandemias (formada por un representante de cada comunidad autónoma). Medidas concretas e interesantes que hasta ahora Casado −totalmente entregado al berrinche y el escarnio permanente de Sánchez por las presiones de Vox−, no se había atrevido a proponer. ¿Por fin ha llegado el esperado giro al centro? Habrá que verlo, pero de momento, dos meses después del estallido de la pandemia, parece claro que para los grandes asuntos de Estado el PP apuesta por más Ana Pastor y menos Cayetana. O lo que es lo mismo: más sensatez y menos circo.
Viñeta: Pedro Parrilla El Koko
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