(Publicado en Diario16 el 14 de abril de 2020)
Mientras el parte de guerra contra el coronavirus sigue aumentando la lista de bajas, Pablo Casado estudia nuevas ideas para empeorar la situación del país. El político del Partido Popular es como aquel profesor Bacterio del tebeo Mortadelo y Filemón de nuestra infancia, solo que en lugar de jugar con pócimas químicas e inyecciones secretas él es más de recetas políticas demagógicas, manuales ‘trumpistas’ y laboratorios de ideas para la construcción de la nueva extrema derecha mundial. Ya no se trata de que el líder popular se esté dedicando a hacer oposición altamente radiactiva, ácida, destructiva, en un momento especialmente crítico en el que todo el país arrima el hombro, sino que cada paso que da parece tener un solo y único objetivo: derribar al Gobierno Sánchez.
Casado, en connivencia con su socio principal, el ultraderechista Santiago Abascal, ha visto grietas y fisuras en el Ejecutivo –como las desavenencias entre Moncloa y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, a cuenta del levantamiento de la hibernación de la economía− y pretende agrandarlas hasta hacer estallar la coalición de izquierdas. Hoy mismo, el PP ha informado de que no tiene “ninguna decisión tomada” sobre si su líder acudirá a la reunión de los nuevos Pactos de la Moncloa que ha anunciado el presidente del Gobierno y recuerda que antes espera una conversación telefónica para que Sánchez le explique cuál es su plan contra el coronavirus, ya que supuestamente “lleva diez días sin llamar” al jefe de la oposición.
El discurso del candidato a presidente (algún día) es cada vez más duro, demagógico y enrocado en el no a todo. “Yo lo que le pido son pactos por las mascarillas, pactos por los test, pactos para evitar el paro. Que no baje los brazos, que no tire la toalla. Hay que evitar la destrucción porque no es lo mismo reconstruir un país con un millón más de parados que con tres más”, ha asegurado en una cadena de televisión amiga. Sus palabras suena a discurso de altos vuelos solo que, por mucho que trate de travestirse con el disfraz de hombre de Estado, a Casado se le ve a la legua cuáles son sus objetivos reales, sus intenciones, sus ambiciones personales. Todo el mundo en España sabe ya a lo que juega el aspirante a Aznar. Todo el país ha visto que no le interesa acabar con ningún otro virus que no sea el sanchismo podemita. Al presidente del PP le horroriza aún más el ente macrobiótico de dos patas con coleta y chaquetas americanas de Alcampo que el extraño y mortífero virus de Wuhan. Sueña con cargarse a Pablo Iglesias a cualquier precio y no parará hasta verlo fuera del CNI, fuera de las reuniones del Consejo de Ministros, fuera de España si es posible. A Casado le importa más bien poco debatir sobre aburridas curvas aplanadas, sobre virología avanzada e inversiones sanitarias y vacunas. Él va a lo que va, al tema, al salvaje jaque al rey, a su particular juego de tronos que por momentos se convierte en un infantiloide Risk donde se trata de acorralar a Sánchez hasta dejarlo sin dados ni piezas.
Curiosamente, el Gobierno aún no ha perdido la fe, y ayer lunes fuentes de Moncloa daban por hecho que Casado acudirá a la reunión que Sánchez tiene previsto convocar con los partidos y los agentes sociales para trazar los planes de “reconstrucción social y económica” de España. Pero en el PP tienen otros planes muy diferentes a aquellos nobles pactos del 77 que permitieron salvar el país y la democracia misma. Hoy el juego político es muy diferente a entonces; no se trata de trabajar por el bien común como hicieron Suárez, Felipe, Fraga y Carrillo. Aquí de lo que se trata es de tocar poder a costa de lo que sea, de pillar cacho, aunque para ello haya que mandar a la UME a la Moncloa para que saque de allí al parásito Sánchez. Por la fuerza, a empellones y fumigando con los equipos de desinfección cada rincón contaminado de malignas ideas comunistas.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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