martes, 12 de mayo de 2020

LA IGLESIA DE LOS RICOS


(Publicado en Diario16 el 21 de abril de 2020)

¿No fue Jesucristo quien dijo aquello de que había que dar de comer al hambriento, agua al sediento, ropa al desnudo y casa y cuidados al sin techo y enfermo? Pues por lo visto aquello ya no vale. Los obispos están en contra del ingreso mínimo vital que el Gobierno tiene previsto aprobar en mayo para que millones de familias españolas puedan escapar del hambre y la miseria tras la pandemia de coronavirus. Así de crudo y así de duro. Y no puede alegar la Conferencia Episcopal que la idea de Pedro y Pablo (los dos apóstoles del nuevo socialismo) sea cosa de peligrosos rojos bolivarianos, ya que hasta el papa Francisco se ha pronunciado a favor de que los Gobiernos concedan esa renta básica como “medida permanente”.
No sabemos qué opinión tienen los obispos más conservadores acerca del Sumo Pontífice, ya que el pecado lo llevan por dentro, pero por la forma de pensar de algunos purpurados del búnker eclesiástico español, Bergoglio debe ser algo así como una especie de espíritu maligno salido de la Teología de la Liberación, un Antipapa rojo, un Gorbachov del catolicismo infiltrado en Roma para derribar el muro que separa a los pobres de los ricos, a los parias de la opulenta Banca Ambrosiana. Sea como fuere, el portavoz de la curia española, Luis Argüello, aseguró ayer en rueda de prensa que la paga básica que prepara el Gobierno Sánchez para los más vulnerables debe ser algo “coyuntural”: “En este momento, la renta básica ayuda a quienes se han quedado en paro, para quienes lo necesitan a través del instrumento que parezca oportuno es indispensable. Pensar en una permanencia de grupos amplios de ciudadanos que vivan de manera subsidiada yo creo que no sería un horizonte deseable a largo plazo para el bien común”.
Subsidiados. Cuesta trabajo aceptar que para la curia española los pobres y los hambrientos, los desnutridos y los parias que nada tienen, son simples “subsidiados”. No personas o seres humanos sino pensionados, subvencionados, vagos, gandules y zánganos aprovechados −tal como los considera Vox−. Las palabras de Argüello se indigestan como una hostia rancia y caducada, no solo porque va en contra de todas las enseñanzas que dejó El Maestro, sino porque atufa demasiado a lenguaje de capataz y mayoral, a verborrea de las élites, a retórica económica supremacista. Calificar como “subsidiado” a alguien que necesita una renta mínima para comer, considerar a una persona sin recursos económicos como un “subsidiado” −con una jerga despectiva propia de un pijo de La Moraleja, de un racista social o de un millonario yuppie−, es a todas luces una degeneración filosófica y moral. Duele tanto a los oídos que nos lleva a pensar qué ocurriría si Jesucristo retornara a la Tierra dos mil años después. Sin duda, echaría a latigazos del Templo a más de un fariseo y sepulcro blanqueado que debajo de la casulla lleva un traje caro de alto ejecutivo marca Íbex35.
No, ninguna persona es ni puede ser una “subsidiada” sino un sujeto jurídico amparado y protegido por la Constitución Española del 78, un ser humano que tiene derecho a una vida digna y a unas condiciones básicas y elementales para sobrevivir porque así lo ordena no ya nuestra Carta Magna y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (el gran catecismo laico en estos tiempos de decadencia religiosa) sino un  mínimo de decencia. Quizá monseñor Argüello ha vivido tanto tiempo aislado en la jaula del Palacio Episcopal, rodeado de oro y ornatos, que ya no ve la verdad del mundo ni cae en la cuenta de que en este país, después de la peste de Wuhan, todos vamos a ser un poco subsidiados, desde el trabajador que ha perdido su empleo hasta el autónomo o empresario que se ha arruinado con su negocio. La epidemia va a dejar un mundo de subsidiados porque no habrá otra cosa, ni turismo, ni hostelería, ni bares para tomarse un vino y olvidar. Eso sí, los curas seguirán recibiendo su paguita mensual aunque las iglesias se vacíen por miedo al contagio. De alguna manera, tal como ocurre desde hace dos milenios, seguirá habiendo subsidiados de primera y subsidiados de segunda.
Cada día que pasa parece más evidente que el revisionismo histórico de la extrema derecha ha calado también en la Iglesia católica en forma de revisionismo evangélico y lo que ayer eran Sagradas Escrituras y la palabra del Señor (mayormente ayudar al prójimo) hoy es un manual económico neoliberal, juego retórico, reinterpretación y cálculo político. Algunos obispos hace tiempo que dejaron de ser ministros de Dios para reciclarse en asesores económicos del gran capital y la derecha, expertos contables que siguen religiosamente la “vox” de su amo. Pues amén.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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