(Publicado en Diario16 el 14 de marzo de 2020)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, apunta a Pedro Sánchez como máximo responsable de la propagación del coronavirus en nuestro país. La Junta de Andalucía gobernada por PP, Cs y Vox se desentiende de la suspensión de la Semana Santa, pasando la patata caliente al Gobierno central (Conferencia Episcopal mediante). Y Pablo Casado recrimina al jefe del Ejecutivo que haya ido “a remolque de los acontecimientos” y lo acusa de cometer “graves negligencias” por haber permitido los contagios en la manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer. De repente las comunidades autónomas, que tienen transferidas las competencias de Sanidad desde hace años, no pintan nada en el más grave asunto de salubridad nacional desde la Guerra Civil española.
Los gobiernos de la derecha, los tristemente célebres “trifachitos” de Madrid, Andalucía y Murcia, han abierto las hostilidades contra Sánchez, al que a este paso van a terminar acusando de ser el Profesor Bacterio causante del virus mortífero en algún laboratorio comunista de Wuhan. Poco ha durado la cacareada lealtad institucional que el líder del PP ofreció al Gobierno de coalición al comienzo de la crisis. Los trols y haters de la extrema derecha trabajan a pleno rendimiento en las cloacas de las redes sociales y ya es trending topic en Twitter el hashtag “Sánchez dimisión”. El Partido Popular ha visto carnaza en el dramático asunto del bicho y se ha dejado de complejos y de tibias responsabilidades de Estado. La orden de Génova 13 a sus cuarteles madrileños, andaluces y murcianos es clara y concisa: dar caña el Gobierno que está tocado, abrir una brecha en su línea de flotación, disparar contra todo ministro que se menee –Calvo, Ábalos, Illa, Montero, cualquiera vale−, y hacer cuanta más sangre mejor. Los populares han decretado el Estado de alerta en sus filas y desde hace unas horas se encuentran en movilización general, en guerra total sin cuartel contra el virus Sánchez, que es el objetivo a exterminar.
Al presidente de los populares se le llena la boca de patriotismo y lealtad –en un arrebato de cinismo ha asegurado que su formación estará “a la altura de las circunstancias” y que respaldará al Gobierno en su lucha contra la pandemia− pero esa cordura le ha durado apenas un par de días. El germen letal avanza sin control, la lentitud de la reacción ha debilitado al Gobierno y el PP ha optado por meter en un cajón el sentido de Estado y la estrategia del “maricomplejines” −como diría el gran gurú de la caverna mediática, Federico Jiménez Losantos−, para pasar al contraataque. Con la gente cayendo como moscas en las urgencias de los hospitales, el caldo de cultivo es perfecto para seguir azuzando la crispación, la falsa indignación, la demagogia barata y la rabia popular. Y también, por qué no decirlo, el miedo, el abono más nutritivo para un político arribista y sin escrúpulos que solo piensa en llegar al poder en momentos de crisis.
Con Santiago Abascal, Ortega Smith y medio partido de Vox infectado por el coronavirus, enfurecido y soltando la peor bilis verde, Casado ha debido pensar que no es el momento para vendas o paños calientes, ni tampoco para llevar a cabo una oposición serena, sensata y responsable en una situación de emergencia nacional. Lo que toca es derribar al soldado Sánchez a cualquier precio. Que dimita ahora mismo ese podemita bolivariano, que convoque elecciones inmediatas y vamos a las urnas en medio del Apocalipsis total. A votar todos, los enfermos y los sanos, los positivos y los negativos, aunque sea con la mascarilla puesta, el canguelo en el cuerpo y una fe ciega e inquebrantable, ahora sí, por fin, en el Partido Popular.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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