(Publicado en Diario16 el 31 de marzo de 2020)
El embajador de Brasil en Washington, Nestor Forster, ha dado positivo por coronavirus días después de cenar con el presidente norteamericano, Donald Trump, en su lujosa mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida. Fabio Wajngarten, jefe de prensa de la delegación carioca, estuvo en aquella reunión con el magnate neoyorquino y también ha dado positivo por covid-19. Además, una tercera persona que asistió a una recaudación de fondos para la campaña electoral de Trump organizada en la mansión de Florida también cayó enfermo. Por lo visto, todo aquel que se reúne con Donald Trump para despachar sobre algún tema termina en el hospital o en cuarentena, mientras el fortachón magnate neoyorquino parece gozar de una salud de hierro. ¿Cómo puede ser que el millonario presidente siga sano como una lechuga cuando todos los que han estado a menos de un metro de él han caído como moscas? ¿Ha dicho la Casa Blanca toda la verdad sobre este asunto?
La versión oficial del Gobierno norteamericano es que el presidente republicano se ha sometido al test de detección de la enfermedad y ha dado negativo, pero entre sus colaboradores de la Casa Blanca corre el runrún de que o bien la prueba no fue del todo fiable o sencillamente alguien se está guardando algunos datos. La cuestión es que, desde que estalló la crisis epidémica, cada vez que el jefe toca el timbre y ordena a algún asistente, asesor o funcionario que suba al Despacho Oval, un escalofrío recorre la espalda de más de uno. El miedo al contagio planea por la Casa Blanca y hay razones para desconfiar. Más aún tras saberse que los senadores Rick Scott y Lindsey Graham, además del alcalde de la ciudad de Miami, Francis Suárez, que también tomaron parte en reuniones con Trump, decidieron someterse de forma voluntaria a la cuarentena e incluso alguno ha dado positivo.
El pasado 10 de marzo, cuando el coronavirus se expandía desbocado por todo el mundo, la Casa Blanca emitía un comunicado para asegurar que el presidente no se sometería al test, y eso a pesar de que había tenido estrecho contacto con varios congresistas que sí se pusieron en cuarentena por haber estado “cerca de personas supuestamente contagiadas”, según informa la CNN. “El presidente de Estados Unidos no se ha sometido a la prueba del covid-19 porque ni ha tenido un contacto prolongado y cercano con ningún caso confirmado ni ha presentado ningún síntoma”, transmitió el Gobierno de Washington.
Días después de aquello, y contra todo pronóstico, Trump superaba sus reticencias a someterse al test y anunció que se haría la prueba “bastante pronto”. “No sé si estuve expuesto (al coronavirus durante el encuentro con Wajngarten), pero no tengo ninguno de los síntomas. Creo que lo haré igualmente (aunque no tenga síntomas). Bastante pronto. Estamos mirando el calendario”, añadió un tanto ambiguamente el líder estadounidense.
Lo que no ha aclarado Donald Trump es por qué no se ha sometido a un régimen de aislamiento preventivo, como recomiendan las autoridades sanitarias en casos de personas que supuestamente han estado en contacto con positivos. Y ahí es donde empiezan las sospechas. El anuncio posterior de que el presidente norteamericano ha dado negativo en los análisis no ha tranquilizado demasiado a su entorno. El único comunicado oficial que se ha dado a conocer sobre la salud del presidente fue el que trasladó el médico presidencial, Sean Conley, quien en una notificación difundida por la propia Casa Blanca aseguró: “Divulgo la siguiente información con permiso del presidente Trump. La pasada noche, después de una detallada conversación con el presidente sobre las pruebas para el covid-19, él decidió proceder”. A lo que siguió que la prueba había dado negativo.
Pese a todo, los médicos empiezan a saber por su triste experiencia que aunque en un primer momento el test puede ser favorable al paciente, si el análisis se repite días después puede dar positivo sin ningún problema. No consta que Trump se haya sometido a esa segunda prueba de control y seguridad.
Por el momento, la única documentación médica sobre el test negativo del hombre más poderoso del mundo que se ha aportado físicamente a los medios de comunicación es la notificación del médico personal de la Casa Blanca. El certificado lleva como título “POTUS (en inglés las siglas de “Presidente de EE.UU”) COVID-19 test”, y está estampada con el sello dorado del facultativo, una figura de larga tradición en la política estadounidense. La certificación se antoja escasa, teniendo en cuenta que no sería la primera vez que el magnate de los negocios neoyorquino se guarda un as en la manga o no dice exactamente toda la verdad, como ya quedó acreditado en su reciente juicio de impeachment (proceso de destitución del que finalmente salió airoso gracias a la mayoría parlamentaria republicana).
Tampoco ayuda demasiado a la verosimilitud de la versión de Trump el hecho de que el presidente se haya tomado la pandemia como una especie de gripe más o menos grave. Incluso ha quitado importancia al hecho de que en estos momentos Estados Unidos sea el país con mayor número de personas contagiadas del mundo y se ha aventurado a asegurar que a mediados de abril, cuando hayan expirado las medidas restrictivas, podría ordenar la vuelta a la normalidad para no dañar la economía. Es lo que el inquilino de la Casa Blanca conoce como “abrir” el país de nuevo a la actividad industrial.
De todas maneras, y por si acaso, el Gobierno de Washington ha anunciado que tomará la temperatura a todos aquellos que estén cerca de Trump y del vicepresidente estadounidense, Mike Pence. También a los periodistas, aunque el presidente odie a más de uno. Y es que nadie puede asegurar que “el bicho” no se haya quedado a vivir una temporada en el Despacho Oval.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
No hay comentarios:
Publicar un comentario