lunes, 4 de mayo de 2020

LA FOTO DE COLÓN


(Publicado en Diario16 el 10 de febrero de 2020)

Se acaba de cumplir un año de la foto de Colón. Un año ya desde que las derechas acordaran formar un bloque frentista para plantarle cara a la izquierda y más concretamente al “sanchismo”. Aquel posado polémico, una imagen de la España de charanga y pandereta más propia de Berlanga que de políticos modernos, serios y preparados para dirigir un país, fue un auténtico terremoto político que marcó un antes y un después en nuestra historia contemporánea. Por momentos el corazón de Madrid se transformó en una gran verbena de la Paloma patriotera, una jornada de orgullo y exaltación nacional en medio de un mar de banderitas rojigualdas (muchas de ellas con el pollo preconstitucional) y de una sinfonía patética y desafinada compuesta por trompetillas y tambores, El novio de la muerte, coplillas de Manolo Escobar, pitos, insultos y abucheos al Gobierno y a los independentistas catalanes.
Fue una especie de triste retorno al pasado, al siglo XIX español más trágico y negro, a los pronunciamientos con grandilocuentes arengas militares, a las intrigas de absolutistas contra liberales y a la muchedumbre agitada y enardecida por un puñado de salvapatrias de frac, gomina y perfume macho y rancio. Solo les faltó entonar el Cara el Sol, brazo en alto, aunque hubo quien lo hizo. Las dos España volvían a las trincheras.
Aquella foto de familia de los principales líderes del PP, Ciudadanos y Vox formando monolíticamente sobre el escenario, como un solo hombre y uniendo sus falanges en una misma “unidad de destino en lo universal”, ha tenido consecuencias políticas dramáticas que un año después podemos analizar con datos empíricos. De entrada, hubo un primer efecto trascendental: Santiago Abascal emergió con un líder sólido y fuerte, el Caudillo de la nueva derecha española. Hoy ya puede decirse que Vox fue el principal beneficiado de aquel soleado “día de la raza” en Colón, hasta tal punto que ha logrado colocar a 52 de sus peones en el Congreso de los Diputados, ahí es nada. Populares y Ciudadanos abrieron la puerta a la extrema derecha y los diputados ultras alborotadores, jactanciosos y baladrones ya están en el Parlamento con sus malos modales de taberna de extrarradio, su vocerío constante y sus porrazos a los escaños.
La segunda consecuencia es la deriva sin rumbo en la que parece haber entrado el PP. No fue un buen negocio para Pablo Casado clonarse con los ultraderechistas por varias razones: primero porque el votante siempre preferirá la copia al original; después porque se ha abierto una brecha profunda en el partido entre “marianistas” y “aznaristas”, es decir, entre los moderados partidarios de mantenerse en el centro político y entre los duros, aquellos que optan por ser más papistas que el papa, más ultras que los ultras. O lo que es lo mismo: aquello que dijo Aznar de “a mí nadie me habla de una derechita cobarde porque no me aguantan la mirada”.
Y en tercer término queda el maltrecho Ciudadanos. La formación naranja es quien más ha sufrido aquella foto que fue como un coronavirus letal para su proyecto liberal. La estrategia de colocarle un cordón sanitario a Pedro Sánchez en lugar de a Vox se advirtió como un inmenso error confirmado por los hechos. La prueba palpable ha sido su descalabro monumental en las pasadas elecciones generales, donde pasó de 57 escaños a solo 10. Como consecuencia su líder, Albert Rivera, se vio obligado a presentar la dimisión y el partido se desangró con deserciones masivas y súbitos transfuguismos de nombres importantes que no estaban para nada de acuerdo con el acercamiento de Cs a los franquistas de Abascal.
Hoy el partido naranja ha colgado el cartel de “se traspasa” previo al de cerrado por defunción, mientras Inés Arrimadas, el hipotético recambio, no termina de romper con el “riverismo” ni de consolidar su liderazgo. Su espantada de Cataluña para irse a Madrid no ha dado el fruto que se esperaba y nadie sabe a fecha de hoy qué sentido tiene Ciudadanos. Si es una fuerza de centro-liberal, como se definían sus miembros, se ha traicionado a sí misma por sus pactos con Vox en Madrid, Andalucía y Murcia. Si ha virado a la derecha, el destino que le aguarda es ser irremediablemente fagocitada por el macho alfa de pedigrí, es decir, Abascal. Las declaraciones de hoy de Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, acerca de lo que supuso la fotografía de Colón, no deja demasiado lugar para la esperanza a los moderados de Ciudadanos: “Siempre que se defienden las mismas posiciones no hay que esconderse de nadie y algunos tienen complejos de decir lo que piensan. Algunos tienen complejos de una fotografía y luego acaban en una cárcel negociando unos presupuestos. Eso no lo hacemos nosotros”. En otras palabras, vamos a seguir siendo amigos de los fachas por mucho que nos vaya mal y sin hacer caso al ejemplo de Angela Merkel, que ha colocado un higiénico cordón sanitario a los nazis. El suicidio político de Cs es un fenómeno digno de estudio. Y todo por salir en una foto.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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