(Publicado en Diario16 el 12 de marzo de 2020)
La revista Forbes ha cifrado en 2.000 millones de euros la fortuna del rey emérito Juan Carlos I. Pero todo lo que se refiere al patrimonio del ex jefe de Estado son puras especulaciones. A fecha de hoy, lo único que se sabe es que el patrimonio del monarca es casi imposible de calcular. La Fiscalía de Suiza ha abierto una investigación sobre los supuestos testaferros de Don Juan Carlos y las cuentas opacas en paraísos fiscales, a la que se unen las pesquisas de la Audiencia Nacional española, que indaga qué hay de cierto en las presuntas comisiones del AVE a la Meca, un proyecto participado por un consorcio de empresas españolas en el que según Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la “amiga entrañable” del rey emérito, intermedió el monarca español. Procesos judiciales que se prevén largos y complejos y que chocarán con la inviolabilidad real consagrada en la Constitución del 78.
Pero mientras los fiscales indagan en las cuentas del emérito, de 82 años, una pregunta importante planea sobre el espinoso asunto: ¿qué pasará con la herencia oculta del Borbón, una de las mayores fortunas del planeta, según publicaciones extranjeras como Forbes? Un legado siempre es una buena noticia, salvo que se trate de “herencias envenenadas”, que es como en el argot judicial se conoce a aquellas que están plagadas de deudas o de patrimonio en negro, o sea no declarado. Entre 2007 y 2016 el número de herencias rechazadas en España pasó de 11.048 a 38.791, una subida del 251%. Y en 2017 se mantuvo esta tendencia alcista. Parece evidente que el dinero fácil que se generó en los años de la “burbuja inmobiliaria” quema ahora en las manos de los herederos. Y no solo de los pobres honrados que tienen la suerte (o la desgracia) de recibir una herencia, sino de los de rancio abolengo. Por ejemplo, hace un par de años se conocía la noticia de que las herederas de un famoso banquero implicado en asuntos turbios de corrupción, ya fallecido, renunciaban oficialmente a su parte. Ningún familiar quiso asumir el coste de las indemnizaciones que los descendientes debían abonar a los perjudicados por los actos ilícitos del difunto.
Teóricamente, el patrimonio oficialmente comprobado del rey emérito se reduce a su sueldo de 292.000 euros anuales, una cifra irrisoria en comparación con las cantidades astronómicas que se están manejando. Según El Plural, “por su boda con Doña Sofía en 1962, un grupo de empresarios decidió regalarle 200 millones de pesetas. Por otra parte, en 1977 habría obtenido 10 millones del príncipe persa y 100 millones de otro príncipe saudí para ayudar a la democracia”. Las siempre generosas monarquías árabes. Todo ello sin olvidar las donaciones y regalos de empresarios y otras casas reales −joyas, caballos, yates o coches de lujo− que según algunos medios han contribuido a incrementar el patrimonio del rey emérito a lo largo de 40 años de feliz gobernanza. “La sombra del reinado de Juan Carlos mancha a Felipe VI. La falta de transparencia se hereda y con eso las sospechas de prácticas oscuras que acaparan titulares. Pero seguramente la continuidad de la monarquía dependerá de que siga siendo un negocio rentable para los poderes del Estado”, asegura El Plural citando el reportaje La Monarquía: un negocio rentable, emitido por el programa 360 grados de la cadena vasca EiTB. Ante tal cúmulo de sospechas no extraña que técnicos e inspectores del sindicato de Hacienda Gestha hayan pedido a la Agencia Tributaria (AEAT) que investigue a Juan Carlos I por supuestos delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales.
En todo caso, ¿qué hará Felipe VI cuando, llegado el momento, le toque hacerse cargo del vasto imperio económico en el que por lo visto nunca se ponía el sol y que según fuentes judiciales y periodísticas fue amasado durante cuatro décadas de juancarlismo? ¿Aceptará la herencia, la rechazará, o el legado acabará en manos del Estado, como debería ocurrir en una sociedad democrática moderna y avanzada? La responsabilidad civil se hereda y no es un buen negocio aceptar el bombón emponzoñado, no solo por el riesgo que conlleva ante una hipotética investigación de la Agencia Tributaria o de los juzgados españoles o extranjeros, sino por la mala imagen que supondría para la monarquía asumir un emporio manchado y supuestamente levantado con testaferros, cuentas en Suiza, comisiones y amantes mordidas. Siempre podría hacerlo a beneficio de inventario, liquidando deudas y patrimonio no declarado (caso de haberlo) con los bienes legados hasta donde alcance el dinero. También podría tramitar la herencia en Cataluña, donde las normas de sucesiones y donaciones son bastante más favorables. Claro que, a la vista de cómo se aprecia allí a la monarquía, casi mejor olvidar el asunto.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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