(Publicado en Diario16 el 12 de febrero de 2020)
La sesión de control al Gobierno de esta mañana se ha convertido en un pleno monográfico sobre el caso Delcy Rodríguez y la situación de Venezuela. Tal es así que por momentos Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del Grupo Parlamentario Popular, dejó de dirigirse al interpelado ministro de Fomento, José Luis Ábalos, para en un minuto de oro algo surrealista hacer un llamamiento a los venezolanos de bien. “No todos los españoles son como Iglesias, Sánchez, Zapatero o Ábalos. Nosotros estamos con quienes sufren la dictadura de un régimen torturador”, ha dicho tratando de hacer ver que el PP está con los buenos, no con el satánico Maduro. En ese momento había que frotarse los ojos para comprobar que seguíamos en el Congreso de los Diputados del Reino de España, Carrera de San Jerónimo de Madrid, y no en el Parlamento de la República Bolivariana de Venezuela. Pero Cayetana es así, una política todoterreno y global que lo mismo pesca votos en Hospitalet de Llobregat, entre las hordas indepes, que en los barrios bien de Caracas. En cualquier caso, la pregunta de Cayetana sobre el expediente Delcy Rodríguez tenía el mismo interés para los españoles que no llegan a final de mes que una gala de la enésima edición de Operación Triunfo. O sea cero. La oposición no ha preguntado ni una sola vez al Gobierno por la situación económica en nuestro país, ni por el paro, ni por el frenazo al crecimiento económico que se augura para el próximo año. A las derechas (PP, Vox y Ciudadanos) solo les importaba una cosa: Venezuela, Venezuela y más Venezuela. Como si eso quitara el sueño al trabajador o trabajadora en precario que se levanta cada mañana por una miseria de salario.
Con todo, el ministro Ábalos se ha mostrado fuerte, seguro y fajador y finalmente ha salido airoso de la tela de araña caribeña que le había tejido la oposición. Con argumentos e informes policiales, el ministro ha ido desmontando, una por una, las mentiras que Álvarez de Toledo ha propagado por todo el hemiciclo. En primer lugar, ha quedado demostrado que la vicepresidenta del Gobierno de Maduro, Delcy Rodríguez, en ningún momento llegó a entrar en territorio Schengen, es decir, en el espacio jurídico y policial europeo al que tiene prohibido entrar por expresa resolución del Parlamento de la UE. La madrugada del pasado 20 de enero, el avión en el que viajaba la mandataria venezolana quedó estacionado en el aparcamiento 249 de la Terminal Ejecutiva de Barajas y la vicepresidenta no salió de la sala VIP, donde en todo momento estuvo custodiada por policías y guardias civiles.
Efectivamente, los informes en los que Ábalos ha sustentado su versión de los hechos vienen a darle la razón. La Terminal Ejecutiva es “una zona internacional” que cuenta “con dos salas, una de ellas con sofás, baño y ducha”, y allí permaneció confinada la delegada del Gobierno venezolano. Es decir, Rodríguez no pisó suelo europeo, ya que durante las horas que permaneció en las instalaciones de Barajas quedó siempre en la zona fronteriza y luego fue conducida, siempre acompañada de la Policía, hasta la pista donde se encontraba el avión que despegó con destino a Doha (Qatar). Eso ocurrió a las 8.00 de ese mismo lunes.
Hasta tal punto se cumplió con las leyes de la UE que Rodríguez, por recomendación de Ábalos, hizo lo que exigía la normativa sobre espacio Schengen: elegir entre retornar a su lugar de origen, en este caso Venezuela, o viajar a un tercer país. Finalmente, optó por tomar un vuelo con destino Doha y de esta manera evitó que se cumpliera el plazo reglamentario de descanso de la tripulación. Queda por tanto claro que desde las 2.15 hasta las 7.30 del lunes, la vicepresidenta de Maduro y el asesor Koldo García permanecieron en la sala VIP bajo custodia de los agentes. Nunca entraron en Europa, tal como pretendían.
Todo lo cual nos lleva a la segunda gran mentira de Álvarez de Toledo. Sobre Delcy Rodríguez no pesaba ninguna orden de detención policial, tal como han mantenido en las últimas semanas Santiago Abascal, Pablo Casado y su portavoz en el Congreso. La decisión de Bruselas, de índole política, no judicial, se limita a establecer que los estados miembros deben poner los medios para evitar que las personas sobre las que pesa la prohibición accedan a territorio europeo. Pero en cualquier caso, Rodríguez no es ninguna delincuente fugada de la Justicia o buscada por Interpol, como mantiene la portavoz popular en el Congreso.
En tercer lugar, se ha acreditado que Ábalos evitó un grave incidente diplomático con Venezuela. El ministro podía haber dejado en manos de un funcionario de Policía o de Aduanas la orden de comunicar a la alta representante de un país amigo (con el que España mantiene relaciones diplomáticas) que no podía entrar en territorio europeo. Sin embargo, decidió asumir él mismo, por su cuenta y riesgo, la responsabilidad de gestionar el delicado asunto. Desde ese punto de vista la intermediación de Ábalos sirvió para no dañar las relaciones con el Gobierno de Caracas.
Finalmente, Cayetana Álvarez ha insultado gravemente al titular de Fomento llamándolo despectivamente “burócrata”, a lo que Ábalos ha respondido con cintura e ironía al asegurar que se siente orgulloso de serlo. “Es cierto, soy un burócrata, que es un servidor del Estado, mientras usted viene de la alta alcurnia, de ahí su soberbia natural”.
La conclusión es que las derechas han hecho el ridículo exigiendo la dimisión de un ministro que solo cumplió con una misión diplomática. Incluso han llevado el caso al Parlamento Europeo, minando la credibilidad de España y de sus instituciones. El asunto, crucial para PP, Vox y Ciudadanos, poco importa en Bruselas, donde el hemiciclo estuvo casi vacío cuando se trató la cuestión del polémico viaje de la vicepresidenta venezolana a Madrid. Y es que el episodio de Delcy Rodríguez ya no da para más porque no le interesa a nadie. Por mucho que las derechas se empeñen en convertir el Congreso de los Diputados en una oficina de propaganda de Juan Guaidó.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
No hay comentarios:
Publicar un comentario