(Publicado en Diario16 el 12 de febrero de 2020)
El coronavirus de Wuhan, el recién bautizado Covid-19, se ha cobrado la vida de más de mil personas y se ha convertido en una “amenaza muy grave para el mundo”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La economía empieza a resentirse con esta gran crisis de salud pública mundial, hasta el punto de que importantes cumbres anuales como el Mobile World Congress de Barcelona corren serio riesgo de ser suspendidas. Mientras tanto, las redes sociales siguen alimentando las teorías conspiranoicas más variopintas sobre el origen y propagación de una enfermedad que, bien es cierto, puede resultar letal para la humanidad. De momento no hay indicio alguno que permita asegurar que la expansión del virus sea consecuencia de una mano negra humana, como un experimento científico fallido o el desarrollo de una peligrosa arma bacteriológica fabricada por la industria armamentística. El escenario es propio de novelas de ciencia ficción, pero tales ideas, por muy descabelladas que parezcan, empiezan a calar en la opinión pública internacional, siempre propensa a dejarse llevar por la manipulación y la desinformación que tanto proliferan en Internet.
Una de las teorías que más circulan estos días es la que vincula el Covid-19 con intereses comerciales de grandes multinacionales médicas y farmacéuticas. Se basa en que cuando Estados Unidos informó sobre su primer caso de coronavirus, la semana pasada, “comenzaron a circular en Twitter y Facebook varios documentos de patentes que a primera vista parecían sugerir que los expertos han estado al tanto de este virus durante años”, según informa BBC News. Uno de los primeros usuarios en destapar esta conexión fue el teórico de la conspiración y youtuber Jordan Sather. En un largo hilo que ha sido retuiteado miles de veces, Sather compartió un enlace a una patente del año 2015 presentada por el Instituto Pirbright en Surrey, Reino Unido, que describe el desarrollo de una versión del coronavirus para su uso potencial como vacuna con el fin de prevenir o tratar enfermedades de vías respiratorias.
Sather mantiene que la hipótesis de que este virus sale de un laboratorio no es imposible. La Fundación Bill y Melinda Gates es donante, tanto de Pirbright como de varios programas de vacunas en fase de desarrollo. Este dato lleva a los conspiranoicos a sugerir que “el virus del brote actual se ha fabricado deliberadamente” para atraer fondos al desarrollo de medicamentos, concretamente de una vacuna.
“¿Y cuánta financiación ha otorgado la Fundación Gates a los programas de vacunas a lo largo de los años? ¿Se planeó la liberación de esta enfermedad?”, ha tuiteado Sather.
¿Hay datos empíricos suficientes para concluir que un complot está detrás de la tragedia de Wuhan? Lo cierto es que la patente de Pirbright no tendría nada que ver, en principio, con el brote. Eso sí, se relaciona con otro tipo de virus, el de la bronquitis infecciosa aviar, un miembro de la familia más amplia de coronavirus que infecta a las aves de corral. Hay conexión, pero no es determinante como para concluir que el Covid-19 sale de Pirbright.
De momento, la Fundación se ha apresurado a desmentir cualquier tipo de vinculación con el brote infeccioso de Wuhan. “En cuanto a las especulaciones sobre la Fundación Bill y Melinda Gates, la portavoz de Pirbright, Teresa Maughan, dijo a Buzzfeed News que el trabajo del instituto con el virus de la bronquitis infecciosa no fue financiado por esta fundación”, informa BBC.
Otra serie de historias que tienen que ver con la transmisión del coronavirus chino hablan de supuestas conspiraciones con las “armas biológicas” como telón de fondo. Se trata de otra afirmación sin fundamento que se ha vuelto viral en las redes sociales y que sugiere que el virus era parte del “programa de armas biológicas encubiertas” de China y que podría haberse filtrado del Instituto de Virología de Wuhan.
Los conspiranoicos citan dos artículos ampliamente compartidos del diario The Washington Times que citan a un supuesto exagente de inteligencia militar israelí. “Sin embargo, no se proporciona evidencia para tal afirmación en los dos artículos, y se cita a la fuente israelí diciendo que hasta ahora no hay evidencia o indicación que sugiera que hubo una filtración”, informa la BBC.
Los dos artículos se han publicado hasta ahora en cientos de cuentas de redes sociales con un potencial alcance de millones de personas. A su vez, el diario The Daily Star publicó un reciente artículo la semana pasada alegando que el virus podría “haber comenzado en un laboratorio secreto”. El pánico se abre paso en las redes sociales de una forma tan rápida e imparable como el Covid-19. Sin embargo, de momento sigue sin haber ninguna prueba o evidencia que pueda sostener tales afirmaciones.
Historias y bulos los hay para todos los gustos. Y por supuesto no podían faltar los cuentos de espías. La viróloga Xiangguo Qiu, su esposo y algunos estudiantes del equipo de la pareja fueron suspendidos por el Gobierno de Pekín y apartado del laboratorio en el que trabajaban tras una posible “violación política”, es decir, una posible filtración de material virológico, según un informe de la televisión pública canadiense CBC. Otra publicación asegura que Qiu visitó el Laboratorio Nacional de Bioseguridad de Wuhan al menos cuatro veces en los últimos dos años. Ese bulo, que fue retuiteado 12.000 veces y recibió 13.000 “me gustas”, afirmaba sin pruebas que Qiu y su esposo pertenecían a un “equipo de espías” que habían enviado “patógenos a las instalaciones de Wuhan”. Al parecer el marido de Qiu “se había especializado en la investigación del coronavirus”.
Todas estas afirmaciones son infundadas. De la capacidad del ciudadano de estar bien informado depende que la epidemia contagiosa no solo sea biológica, sino también psicológica, derivando en una especie de gran histeria colectiva mundial. De momento, la OMS ya ha advertido que la calma es el mejor tratamiento en el momento en que nos encontramos. Otra cosa es que se encuentre una vacuna a corto plazo. Algo que no ocurrirá antes de 18 meses.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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