(Publicado en Diario16 el 24 de febrero de 2020)
¿Qué ha sido de Julian Assange, aquel periodista australiano fundador del portal WikiLeaks que con sus informaciones exclusivas sobre secretos confidenciales disparó las alarmas en los servicios de inteligencia de todos los países del mundo? Tras diez años de procesamientos e investigaciones, el analista y programador internado en la prisión de alta seguridad británica de Belmarsh, se sentará a partir de hoy lunes en el tribunal de Woolwich Crown Court, en el sureste de Londres, para responder al proceso de extradición abierto por Estados Unidos por difundir información altamente sensible para la seguridad internacional.
El juicio durará varios días y en un principio se centrará en las alegaciones de las partes antes de que sea suspendido hasta el próximo mes de mayo. El coordinador de la defensa, el exjuez español Baltasar Garzón, ha anunciado que “espera tener un encuentro con los periodistas” con antelación a la vista oral, según fuentes de la Agencia Efe. Pero más allá del interés que ha despertado este juicio, llama la atención el grave deterioro físico en el que parece haber caído Assange en los últimos meses. Varios médicos han pedido, en una carta publicada en la revista médica británica The Lancet, que el fundador de WikiLeaks reciba atención sanitaria urgente. Encabezados por Stephen Frost y Lissa Johnson, los firmantes del informe procedentes de 18 países urgieron a los gobiernos del Reino Unido y Australia a que terminen “con la tortura” que implica no atender al informático, cuya salud “se está deteriorando”. El equipo médico señaló que el programador no ha recibido atención médica adecuada y lamentó que, según el testimonio de varias fuentes, “su salud física y mental esté empeorando”.
Los médicos recordaron que, en una comparecencia judicial llevada a cabo el pasado mes de octubre, Assange apareció “pálido y con bajo peso, cojeando y con problemas para concentrarse y comprender el proceso”. Los facultativos condenaron “la negación de atención sanitaria adecuada” al reportero y subrayaron que “no debe permitirse que la política interfiera con el derecho a la salud y la práctica de la medicina”.
Sin duda, la caza al hombre ha sido implacable y ha surtido efecto; a Julian Assange se le ha arruinado la vida, hasta el punto de que, hoy por hoy, su integridad física corre serio peligro. Es el precio que debe pagar el periodista por contar la verdad y por airear una serie de documentos comprometedores que dejan en muy mal lugar a los poderosos que dirigen los destinos del mundo.
A Assange, de 48 años, se le ha perseguido sin tregua ni cuartel. Tras filtrar sus informaciones tuvo que hacer frente a la acusación lanzada por una mujer que en 2010 lo acusó de violación durante unas conferencias organizadas en Suecia por WikiLeaks. Hoy el asunto de la agresión sexual parece definitivamente archivado por la Fiscalía sueca, pero ha servido para descreditar al investigador ante la opinión pública mundial. Como también se ha tratado de destruir la imagen del que quizá sea el periodista más influyente de este siglo con asuntos económicos y fiscales de todo tipo. Así, la prensa conservadora lo ha acusado de “opacidad contable” al asegurar que WikiLeaks “nunca hizo públicas sus cuentas en los trece años de existencia” y que a pesar de haber recibido supuestamente millones de euros en donaciones, la web seguía sin declarar beneficios. Assange ha denunciado en reiteradas ocasiones que todas estas maniobras están impulsadas por EE.UU, que ha tratado de buscar la manera de extraditarlo por todos los medios. “Detenido durante siete años sin cargos mientras mis hijos crecían y mi nombre era vilipendiado. Ni olvido ni perdono”, ha asegurado el fundador de WikiLeaks a través de Twitter.
Todo lo que ha rodeado al caso del periodista australiano −que supuso una auténtica convulsión para el orden mundial, ya que las filtraciones de WikiLeaks implicaban en asuntos turbios a algunos de los más destacados dirigentes mundiales− ha resultado ciertamente extraño desde un principio. Detenido en 2010 en el Reino Unido a petición de Suecia por el caso de los presuntos delitos sexuales, Assange ha pasado la última década confinado, primero bajo arresto domiciliario y después refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, hasta que este país le retiró el derecho de asilo diplomático en 2019. De inmediato, el periodista fue arrestado por la Policía británica y conducido a la prisión de Belmarsh.
Assange pasará a la historia por haber filtrado más documentos clasificados que toda la prensa mundial junta. “Eso no lo digo para demostrar nuestro éxito, más bien muestra el alarmante estado del resto de los medios de comunicación. ¿Cómo es que un equipo de cinco personas ha llegado a mostrarle al público la información más reprimida, a ese nivel, que el resto de la prensa mundial? Es vergonzoso”, llegó a decir el periodista procesado.
Lo último que se sabe de Assange es que el pasado mes de mayo Estados Unidos pidió su extradición a Londres por 18 supuestos “delitos de espionaje y conspiración para cometer intrusión informática”. De ser declarado culpable, podría ser condenado a 175 años de cárcel por la Justicia norteamericana. Washington considera que el famoso periodista conspiró con Chelsea Manning, la soldado estadounidense que filtró gran cantidad de cables diplomáticos confidenciales, incluso de la CIA y el Pentágono, desencadenando un auténtico terremoto para la estabilidad mundial.
El director de WikiLeaks, Kristin Hrafnsson, ya ha advertido de que el resultado del juicio determinará “el futuro del periodismo” y decidirá “qué sucede con un periodista que difunde información veraz y de interés público de un Estado”. De momento, Assange ha recibido el apoyo de prestigiosos periódicos como The Guardian y The New York Times, así como de asociaciones como Reporteros sin Fronteras y Amnistía Internacional.
Según Efe, en los últimos días un testigo citado por la defensa de Assange aseguró que el presidente de EE.UU, Donald Trump, llegó a ofrecer el indulto al fundador de WikiLeaks si negaba la implicación de Rusia en una filtración de correos electrónicos en 2016. El abogado Edward Fitzgerald aseguró que tiene pruebas que sugieren que el antiguo congresista republicano Dana Rohrabacher hizo esa oferta al activista australiano. El letrado alegó que Rohrabacher visitó la embajada ecuatoriana en el Reino Unido en 2017, cuando Assange permanecía asilado. WikiLeaks aireó en 2016 una serie de correos electrónicos que afectaron a la campaña por la presidencia de la demócrata Hillary Clinton y que permitieron que Trump llegara a la Casa Blanca. Un nuevo escándalo que ha venido a aumentar la presión contra Assange. Hoy, apenas unas horas antes de iniciarse el juicio, la consigna de los poderes fácticos parece clara: hay que matar al mensajero.
Viñeta: Iñaki y Frenchy |
No hay comentarios:
Publicar un comentario